capítulo treinta y cinco

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Amelia fue sorpresivamente todo lo que podía pedir, hablaba con ella de forma natural aunque aún no me atrevía a confesar que estoy enferma. No me presionaba y me daba consejos. Iba una vez a la semana, me percataba de todos los problemas que vine arrastrando de pequeña y comencé a ser más detallada con los hechos. 

Harry intentaba ir conmigo, aunque las grabaciones cada vez le consumían más tiempo, y no solo eso, se juntan con sus compañeros a ensayar constantemente pero en la noche llega a mi pequeño departamento para dormir conmigo. Está presente lo más que puede y lo agradezco de sobre manera. 

Hoy era uno de esos días en los que me acompañaba y me dejaba en la puerta para encerrarse en el coche. No sé qué hacía en esa hora que yo me encerraba con la psicóloga; le insistí reiteradas veces que no era necesario que se quedara, que incluso podría llamarlo y esperarlo hasta que llegara pero decía que estaba bien así, que con gusto esperaría por mí. 

Las sesiones se me van como agua entre los dedos, de repente me fijo en la hora y ya ha terminado. En esta ocasión toqué el tema de que me costaba mostrarme en público junto a mi novio porque no me sentía físicamente bonita para salir de la mano con el guapo y talentoso Harry Styles, yo no era más que una fotógrafa entre las sombras. 

—Si él está bien con eso, sería bueno que lo intentaras —me dijo—. Debe ser importante para Harry que sepan que está con alguien, y si presiona, aunque como haz dicho no lo hace, deberías conversarlo a más profundidad con él.

—Los fans son muy crueles cuando se lo proponen y mi estado mental no está para afrontar malos comentarios de otros —admití—. Me encantaría poder hacerlo pero estoy segura de que las opiniones terminarán conmigo, primero debo quererme como soy para que otros lo hagan.

 Se me apretó el estómago cuando aquellas palabras terminaron de salir por mi boca, lo dije sin pensar. Creo que estoy teniendo la confianza en ella que espero tener con todos mis cercanos, y no es que no confíe en Harry o en Aada –en su tiempo, cuando nos veíamos seguido, antes de la discusión que no hemos conversado–, es que ellos deben tener sus propias vidas, quizá cargan con sus propios caos y atormentarlos con los míos me desagrada, tan solo el pensamiento de contarles me hace considerar que es una molestia más.

Amelia me ha sacado más cosas de las que imaginaba sin siquiera intentarlo. De repente estaba hablando normal con ella y me daba cuenta de que lo que decía era algo que no quería, o que me costaba decir en voz alta.

La sesión terminó y me encontré al castaño dormido en el asiento del chofer. Ya se estaba acostumbrando a mi coche, que cuando pasaba en Los Ángeles y no en Palm Springs, me lo pedía para andar por la ciudad. 

Le toqué la ventana para que me abriera y se sobresaltó sacándome una risa. 

— ¿Cómo te fue? —Me besó una vez que estuve bien acomodada en el puesto del copiloto. 

—Bien —jugué con mis manos en mi regazo—. Estuve pensando, y quizá pueda intentar que salgamos juntos a caminar, en público, como una pareja —hablé rápido no muy convencida de mi propia decisión—. Bueno, si tú quieres, ahora depende de ti.

—Claro, claro que sí —se le notó la felicidad en sus ojos mientras se detenía en el semáforo—. Solo espero que sea porque tú realmente lo quieres y no por alguna conversación con la psicóloga. 

—Si quiero.

—Entonces tendré que planear una cita para nosotros dos pronto —bromeó—. Creo que ha pasado ya un mes desde que no salimos a ningún lado, necesitamos un descanso.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora