capítulo cuarenta y ocho

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Estuve durante la mañana dando vueltas por la habitación buscando el poco maquillaje que había traído hasta aquí; Silvia me ayudó con dos trenzas en mis costados que me hacían ver más joven y se notaban demasiado mis filudos pómulos que me trajo la pérdida de peso.

— ¿No estás exagerando? —Me habló mi compañera de cuarto—. Él te ha visto de todas las formas posibles ¿qué es diferente ahora?

—Que terminamos y quizá que venga a verme es una buena señal —respondí seria, aún no me maquillaba y creo que en menos de dos horas estaría aquí.

—No te ilusiones antes de siquiera tener un indicio de que volverán —me hizo caer en cuenta—. Puede que aún estén enamorados pero so no significa que estarán juntos, y no lo digo para romperte, es para que estés preparada para cualquier cosa que pase.

Tomé un pantalón ancho de chandál en caso de que se me notara el leve levantamiento en la zona baja del abdomen y un canguro; era una tarde fresca con pronóstico de lluvia por lo que, aparte de tener que esconder este, próximo a no existir, embarazo hacía un frío como los que no he visto en California en años.

— ¿Crees que un maquillaje con este naranja suave esté bien? —Le mostré el color de mi paleta, además la línea del agua le puse un lápiz blanco y poco a poco fui disimulando las horribles ojeras que tengo desde que comencé a enfermarme.

Le fui preguntando paso por paso a mi compañera si estaba bien eso y esto otro, quería verme bien para Harry, debía admitirlo. Me mordí las uñas y apenas toqué la comida en el almuerzo ¿me veo lo suficientemente linda para él? Tenía que comportarme y sé que prometí que estaría bien por mi misma pero no puedo evitar querer que el piense que estoy mejorando.

No he sabido nada de mi padre desde la vez que fui con el castaño a San Francisco, obviamente me dio pena porque estaba cero interesado en mí pero eso no está dentro de mis prioridades, aunque me hubiese gustado aunque sea una pizca de preocupación de su parte ¿será parte del problema? Debía dejar ir ese lazo inexistente lo antes posible porque empezaría a aparecer en mis pensamientos intrusivos que no me dejan avanzar.

Volví a la habitación a dar un último chequeo de mi aspecto en el pequeño espejo; no nos dejaban vernos a cuerpo completo a menos que sea con la terapeuta o con la nutricionista más que nada porque nos preguntaban qué veíamos, qué sentíamos al estar observándonos. Podía llegar a ser cruel pero era parte del proceso y por mí está bien porque cada vez me tengo menos asco.

Suspiré y esperé sentada en la cama a que la enfermera viniera a por mí, los visitantes tenían limitaciones en las cosas que podían traer, más que nada por si nos daban medicamentos o algún artículo que nos hiciera atentar con nuestras propias vidas. A Harry no lo controlan ni en el aeropuerto ¿se sentirá acosado por los guardias? Me gustaría ver su cara en ese momento, odiaba ser tocado por gente desconocida de una forma tan agresiva.

— ¿Estás liga, Kay? —Tocó la mujer antes de entrar y yo abrí enseguida.

— ¿Cree que me veo bien así? —Ordené mis trenzas a mis costados—. ¿O debería quitarlas? Tal vez se vean muy infantiles.

—Estás bien así, más que perfecta —sonrió alzando una ceja.

En el camino a la entrada del recinto ella no hacía más que preguntarme por qué estaba tan nerviosa, no le iba a decir su nombre pero si le conté que fue mi última relación amorosa y que aún le quería demasiado para dejarlo ir. Respetaba su decisión, entendía sus motivos pero lo necesitaba, más que eso, lo quería a mi lado porque había química, existía un respeto mutuo y estaba protegida en sus brazos de las pesadillas por las noches.

Al ver el largo pasillo que daba a la salida me llevé la mano a la boca para morder mis uñas, gracias a mi compañía me daba cuenta de esto y podía llevarla nuevamente a mi costado pero no evitaba apretar el puño en las mangas del canguro para quitar ese sudor nervioso.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora