capítulo seis

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Aada se movía de un lado para otro en la cama. Era demasiado friolenta por lo que quiso dormir conmigo, sin embargo, pegar un ojo fue difícil. Sus patadas me despertaban cada ciertas horas y estuve apunto de botarla de la cama, a ver si se quedaba quieta de una vez por todas.

A eso de las seis de la mañana preferí levantarme, tomarme una ducha de quince minutos y prepararme para ir al gimnasio. Mi amiga no estaría despierta cuando volviera, así que la hora era perfecta. Llevé mi botella de agua sin tomar desayuno, comer antes del deporte hacia que enfermara y quedara a mitad de la rutina.

Comenzaba a notar pequeños cambios en mi cuerpo, seguía sin ser suficiente.

Saludé amable a la persona que se encargaba del ingreso, llegaba de las primeras en la mañana por lo podía utilizar la caminadora más tiempo de lo indicado en mi itinerario. Me miraba al espejo para verme esforzándome, a veces sufriendo en busca de aire e incluso por hidratarme. Observaba mi estómago y mis piernas de cortado, la desproporción de mi cuerpo que descuidé tanto tiempo me atormentaba ¿por qué no podía haber nacido con curvas y delgadez natural?

Mi móvil comenzó a sonar, irrumpiendo la música que se reproducía con anterioridad, mi madre siempre llamaba a horas imprudentes ¿qué hacía despierta a las siete treinta un día Sábado? Contesté de inmediato, su suave voz me inundó los oídos al saludarme.

— ¿Cómo estás, cariño? Te oyes agitada —acotó.

—Estoy en el gimnasio —contesté, creo que no le había contado antes que me había apuntado hace un par de semanas ya—. ¿A qué se debe tu llamada matutina?

—Voy saliendo de Fresno, quiero presentarte a alguien —me di cuenta del ruido del viento que provocaba el movimiento del coche—. ¿Estarás en tu departamento a eso de las diez? Pensaba que nos podrías dar un tour por la ciudad, hace mucho tiempo que no voy a visitarte.

—Está Aada en casa, si no llego antes que tú, llámame —su visita de sorpresa me arruinaba los panoramas, se supone que pasaríamos en Malibú el día completo haciendo un picnic en la playa y poniéndonos al día con esos temas que no le contamos a los chicos—. Espero que esta vez sea definitivo ¿si? Porque siempre vienes cuando conoces a alguien y luego ya andas con otro.

—No hables así de tu madre, Kayleah —me reprochó con un risa picarona—. Nos vemos más tarde, no te preocupes por cocinas que a eso voy yo.

Cortó antes de que le respondiera, realmente no quería verla. Se pondría histérica cuando me viera y exageraría con cosas que, para mí, solo ve ella. No necesito esa presión que me pone cuando está presente y también prefiero que venga sola a que acompañada con sus cuantas aventuras, varias ocasiones terminaron siendo ingratos que intentaron acercarse a mí de una forma sexual. Cada una de esas veces fue incómodo y repugnante, los hombres mayores creen que pueden comprar a las jóvenes como si nada.

Despejé mi mente terminando con la rutina de hoy, el sudor caía por mi frente y mis piernas temblaban por el esfuerzo. Me quedaba el camino a casa, ahora sí que necesitaba comer porque el cuerpo ya me lo pedía a gritos; intenté llenarme con agua y llegar bien, por suerte Aada ya preparaba el desayuno para ambas, la ducha iba a tener que esperar o me desmayaría ahí mismo.

—Viene Margot —avisé—, nuestra salida quedará cancelada supongo.

—No me digas que viene con un pastel —gruñó mientras se llevaba un trozo de pancake a la boca, reí porque conocía la historia de los hombres en la vida de mi madre—. Eres todo lo contrario a ella.

—A veces pienso que papá la dejó porque lo engañaba o algo por el estilo, aunque jamás me ha querido decir la razón real y él con suerte me cuenta sobre la relación que tuvieron —bebí de mi café sintiendo mi cuerpo pegajoso.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora