capítulo cincuenta y nueve

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La mañana siguiente Harry apareció por la puerta, apestaba porque apenas pudo tomó un vuelo, sin ducharse. Lo reproché porque no había comido nada desde el momento del parto –donde por video llamada vio el espectáculo completo–, me quitó a Darcy de los brazos y le miré con mala cara pero me dejó en blanco cuando con una sonrisa posó sus labios sobre los míos. Su madre no dejaba de sonreír luego del hecho, y a pesar de que sentí las mil y un mariposas en el estómago como siempre, me quedó dando vueltas que ni siquiera habíamos hablado, ni tocado el tema de lo que pasaría con nosotros ahora en adelante. Está más que claro que ambos sentimos cosas por el otro pero eso no da chipe libre para que me ande besando o tratándome bonito en frente del resto. 

—Es hermosa —no dejaba de mirar al diminuto ser entre sus brazos—. Tengo que asimilar que esta creación fue de nosotros, es como estar soñando.

—Lo dices ahora que la haz visto pero no deja de tomar leche —bromeé con las malas horas que he pasado, aunque la mitad me la pasé desmayada.

—Ambos podemos turnarnos para alimentarla —se mordió el labio nervioso.

—Le daré pecho —me encogí de hombros asumiendo mi responsabilidad.

—Ahora existen esas cosas para conservar la leche fuera ¿cierto? —Preguntó, se le notaba que quería ayudar y que ha estado informándose—. Podemos utilizarlas, si es que es que tú lo quieres.

—Es una buena idea —no sabía que hacer, ni siquiera me miraba y me tenía con los pelos de punto, lo sentía más cercano que nunca.

Anne había salido en algún momento de la sala, creo que nos encapsulamos mucho en nuestra pequeña familia para no notar su ausencia. Harry me conversaba de todo, cómo posiblemente tendría que volver estos días por avisar tarde que no rodaría y que sus vacaciones planeadas se verían afectadas por su decisión. 

—Y-yo —tartamudeó—. ¿Crees que te puedas ir a Londres conmigo?

Abrí los ojos, conocía su idea loca de que me vaya pero el bebé estaba recién nacida, no tenía idea de sus cuidados pero haría lo que esté en mis manos para mantenerla sana y salva, y si eso significa no irme al lado del hombre que amo, estaría bien.

—No podemos viajar durante las primeras semanas —agaché mi cabeza para no ver su cara de decepción. 

Quería decir otra cosa pero cuando se me vino algo a la mente fuimos interrumpidos por una presencia poco grata. Se me desfiguró la cara al ver a la pareja de mi padre, con el susodicho a su lado, juro que hubiese vomitado si mi estómago hubiese tenido lo suficiente.

—Ven, cariño —llamó a alguien la señora—. Preséntate ante tu hermana.

No, no, no.

No sabía cuál era su intención, pero venir a presentarme a un niño que no es mi hermano, que adoptaron, luego de que probablemente ya supiera que no estaba de acuerdo con la decisión y además el día donde mi hija se encontraba con su padre. Era inaceptable pero el único acto que pude llevar a cabo fue cerrar la boca y apretar los labios.

— ¿Kayleah? —Llegó a mi lado un niño de unos ocho años, tes morena y cabello lleno de rulos—. ¡Que felicidad! Mi nombre es Flavio —me estiró la mano y no pude negarme—. Estoy muy feliz de tener una hermana.

— ¿Papá? —Hablé con la voz temblorosa y con los ojos llorosos.

—Hola, Kay —estaba dudando si en acercarse o no—. Harry —dio un asentimiento como saludando.

—Señor Toller —sonrió tan amable como siempre.

El silencio se volvió incómodo enseguida, no quería que viera a Darcy aún pero estando en brazos del oji-verde no podría hacer mucho.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora