Capítulo cuarenta y dos

101 8 2
                                    




Hoy se daba a luz la tan esperada revista de Vogue donde el primer cantante en solitario, masculino, era la portada. Yo tenía mi copia en las manos cuando Harry dio a conocer las fotografías en su instagram y le enviaba mis felicitaciones por mensaje de texto por el hecho de que se encontraba en Palm Springs y no cerca mío, ahí le harían una pequeña celebración con el equipo de la película y más tarde iríamos a cenar a un lujoso restaurante con Jeff, su esposa y obviamente el protagonista de la hazaña.

Aún me quedaba con Simon aunque cuando Harry venía a Los Ángeles prefería pasar la noche con él. No hemos discutido pero se nota el alejamiento nuevamente, sin embargo, prefiero pensar que es por todo el trabajo que ambos tenemos.

La agencia consiguió una campaña con una marca de retail y algunos de nuestros niños y niñas consiguieron entrar en ella por lo que hemos estado yendo y viniendo a un estudio desconocido para el equipo, trasladando a los pequeños en nuestros coches porque lo ideal era que llegaran juntos al lugar. La revista ya fue enviaba a impresión, lo que me tenía los nervios de punta.

Había avisado a Kris que iría a visitarla, ya estaba siendo muy descarada prometiéndole mi ida a Vogue y nunca concretando. Debía admitir que me encontraba nerviosa por verlos a todos de nuevo, sobre todo a Rose que se la pasaba opinando de mi forma de estar, vestimenta y cuerpo. Ahora que lo pienso eso igual me afectó demasiado en su momento, obviamente ya ni me acuerdo de sus palabras pero si que a veces, antes de comenzar a trabajar, tenía que respirar profundo y olvidarme de lo externo a la labor que realizaría esos días.

Tomaría el metro, hace tiempo no lo hacía, no me quería meter en el infernal tráfico mañanero con la gente apurada por llegar a sus trabajos o dejar a sus hijos a la escuela.

Estaba lleno, no me sorprendía y no me afectó; pude sentarme al lado de dos personas desconocidas, cada una en sus asuntos. Yo llevaba un libro en la mano que saqué de la estantería que Harry había creado en mi casa, tenía un buen gusto a la literatura y me entretenía en mis tiempos muertos.

Llegar a la estación correspondiente y tomar un bus pequeño que me dejaba fuera de Vogue era lo que me aburría. No era un viaje largo pero la gente parecía desconocer el desodorante, el cepillo y pasta de diente.

En el ascensor para subir a la oficina estuve viendo las manijas del reloj; todos ya deberían de estar instalados en sus estaciones listos para trabajar. De seguro Kris con su botella de dos litros y aparte un café recién preparado por la máquina, Charles con su móvil en mano revisando sus tan anheladas redes sociales y un desayuno del tamaño de la palma de mi mano demasiado nutritivo, su figura y rostro era lo más importante para él. Rose aún sin llegar o mirando de reojo que todo estuviera en perfectas condiciones.

El guardia del piso ya me conocía y me dejó pasar sin problemas. Saludé a las caras conocidas hasta llegar hasta donde mi morena de ojos verdes que ni se dio cuenta de mi presencia, sin embargo, al percatarse, soltó un chillido, se levantó y me abrazó con fuerza. Ella es una persona muy cálida y sonriente, te da la bienvenida sin juzgarte y si tiene la oportunidad de andar pegada a ti, lo hace.

—Te extrañé tanto —se separó y me observó de pies a cabeza—. Estás diferente —frunció el ceño, ella me conocía tan bien como el resto de mis amigos.

—Han pasado muchas cosas desde que me fui de aquí.

— ¿Es esa Kayleah? —Rodeé los ojos ante la voz de Rose, tuve la mínima esperanza de no encontrármela tan encima—. Mira que flaca que estás, niña.

—Un gusto volver a verte también —le sonreí falsamente, no es que me desagradara por completo pero sus comentarios me hacían desear cortarle esos perfectos cabellos.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora