𝚂𝚘𝚗 𝟷𝟾𝟶 𝚖𝚒𝚕 𝚠𝚘𝚗𝚎𝚜

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Bebieron un poco entre risas y lamentos, ninguno pasaba por el mejor momento, pero por lo menos tenían compañía, un hombro para cuando fuese necesario.

Aún cuando todo en su vida estuviese roto, lo único que tenían era esperanza en que todo mejoría.

—Creo que he bebido demasiado.—confesó Jungkook sintiendo su cuerpo pesado.

Las luces del lugar parecían más brillantes de lo normal, a pesar de ser muy tenues.

El olor del alcohol traía a su cabeza memorias antiguas, días, situaciones, experiencias que no deseaba recordar.

—Se nota, pero no te cargaré a casa, caminarás.—ordenó Taehyung, levantándose de la mesa para ir a pagar la cuenta de las bebidas.—Espérame aquí, ya vuelvo.

Jungkook hizo caso omiso a lo que el mayor decretó. Se levantó junto a él sin notar que una de sus piernas se había adormecido y cayó al suelo haciendo que Taehyung corriera a levantarlo, preocupado.

—¡Carajo! ¿Tan ebrio estás?—cuestionó abrazando su abdomen por detrás para levantarlo.

—¡Puedo caminar! ¡Solo es mi pierna, está adormecida!—se defendió sintiendo pena por si mismo.

—Vamos princesa, eres pesada y este príncipe no puede cargarte, tendrás que subir sola al caballo—bromeó haciendo una especie de palanca para que el menor pudiese ponerse de pie.

—Esta princesa tiene su príncipe con carruaje, no subiré a tu caballo.—respondió cuando por fin, pudo mantenerse en equilibrio.

—Eres una princesa materialista, quédate con ese príncipe guapo y adinerado.

Luego de salir del bar, caminaron unas cuantas cuadras entre bromas estúpidas que se les iban ocurriendo entre conversaciones.

—¡Escucha!—gritó el menor.—¡Cuál es el colm de un payado.

Taehyung comenzó a reír al ver a Jungkook atragantarse con su saliva por no poder pronunciar bien las palabras

—Colmo de un payaso, idiota.—le corrigió y el menor frunció el ceño, lo siguiente que hizo fue pararse y hacer un puchero mostrando un enojo de niño pequeño que el mayor entendió de inmediato.

Solo con esa acción Taehyung pudo entender el amor que había entre los dos, Jimin era un sueño. Un ser humano hermoso ante cualquier ojo que lo viese y si corazón le pertenecía a ese chico adorable que hacía berrinches en la calle mientras estaba ebrio, pero al volver a la realidad, lo seguía buscando con desesperación.

Esa era la razón de sus miles de fotos cursis, de sus hazañas como una pareja perfecta, de la conexión que transmitían incluso estando, tal vez, a miles de kilómetros del otro.

Su amor se había convertido en algo que este deseaba tener, quería ser amado tan intensamente como Jungkook amaba a Jimin o quizás él realmente quería...

—¿Cuál?—preguntó sonriendo de oreja a oreja.

Se encontraban a dos metros del otro porque este siguió avanzando unos cuantos pasos hasta darse cuenta que el pelinegro no venía a su lado.

—¡Tirarse un pedo de colores!—exclamó y comenzó a reír como si no hubiese mañana.

Taehyung también lo hizo, pero su risa cambió a un tono melancólico.

¿Esa era su sonrisa cuándo era feliz? Se preguntó.

—Lamento que hayas perdido tu razón de vivir porque definitivamente eres deslumbrante sonriendo así.—susurró y Jungkook se acercó pensando que este había querido decirle algo.

Tinta NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora