𝙲𝚊𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎𝚛𝚊 𝚛𝚘𝚜𝚊𝚍𝚊

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Honestamente estaba cansado de que su mente repitiera una y otra vez situaciones hipotéticas en las que viven felices por siempre y recogen flores por el campo.

Demasiado bueno y cursi para ser real.

—Creo que me creí el cuento del castillo que papá me contó.

Nada sería así, probablemente si se volvían a ver, él le odiaría y con mucha razón. Había demasiado que decirle, algunas cosas más evidentes que otras.

¿Si quiera volvería a mirarle un poco como antes? Sería demasiado pedir el amor que se tenían, todo era un sueño y ese se rompió junto con el castillo de papel y sus mentiras.

—Se que todo se ve realmente malo, pero entiende que debemos ser cautelosos y rápidos. ¿Sabes cuánto nos falta hasta que te vuelvas un dolor de espalda insoportable?

El calor en Yeosu era insoportable, todo su cuerpo sudaba y debía caminar con una capucha, definitivamente no era su definición del oufit perfecto.

—¿En serio quieres hacer esto? Podemos retroceder ahora, damos la vuelta y nos olvidamos de este tema.—no obtuvo respuesta y esto fue un no para él.—Okay, lo entiendo. De alguna manera esto es para los dos, tu dejarás de ser tan molesto y podremos tomar ese maldito tren sin problema. ¿Viste a que hora sale? Claro, debo hacer esto yo solo, deberías pensar en ayudarme un poco. Soy patético, no me hagas caso.

Caminó decidido a encontrar esas estupidas fresas.

Este pequeño problemita estaba acabando con su cash, odiaba retirar dinero, pero debía hacerlo cada cierto tiempo y esta vez sería más pronto que las anteriores.

Pasó por las ferias con cautela, muchos puestos de comida, realmente era muy difícil encontrar frutas, la escases y los precios elevados eran un dolor de trasero, pero a él solo le preocupaba encontrar las fresas que su mente le mostraba como una imagen descargada de un sitio web.

Cuando por fin pudo tenerlas en sus manos, no demoró en tomar unas cuantas o mejor dicho, todas las que en su boca podían caber.

Muchas personas lo veían como si fuese un mendigo hambriento, pero había algo parecido a eso terminándose sus reservas de energía cada maldito día y peor aún, deseaba mucho más que un almuerzo contundente.

—Está bien, he perdido mi dignidad, podemos irnos, aún es temprano, es por eso que tenemos tiempo de armar algunas otras piezas del rompecabezas que tenemos en la maleta.

Gracias a sus poco anunciadas huidas, mantenía las todas las piezas que avanzaba adheridas con pegamento escolar.

—Si logramos terminarlo, no habrá día que no lo presuma.

Llegó al lugar donde se estaba quedando y ordenó cada una de sus cosas antes de darse el tiempo de armar un poco más el rompecabezas.

—Aún falta mucho, hay demasiado tiempo.—dijo revisando el horario del boleto.—Por fin nos vamos, esta vez no quiero malestares ni bocados de camino, necesito un viaje normal, te voy avisando, estamos haciendo este viaje a Ulsan por ti, se que tengo maneras extrañas de cuidarte, pero no puedo hacer mucho y ahí nos dirán si todo va bien o no llegaremos a navidad.—bromeó.—¿Crees que a papá le esté yendo bien? Yo no lo sé, pero tengo fé en que será así.

Tomó una pieza sin pensarlo demasiado y la acomodó justo en el lugar correcto.

—Espero que algún día puedas conocerlo, deseo que en algún momento todo esto termine y te pueda mostrar que vivir no es tan malo cuando tienes a tu alrededor a personas que te aman con intensidad porque yo te amo y estoy seguro de que él también lo hará.

Tinta NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora