☆•𝐃𝐎𝐒•✩

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Krist estacionó el auto a un costado de la calle y les indicó que bajaran

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Krist estacionó el auto a un costado de la calle y les indicó que bajaran. El primero en bajar fué San, seguido de él, Mew y por último Krist. Los tres comenzaron a caminar alrededor de una cuadra hasta que Mew divisó lo que parecía ser una mansión disfrazada de casa, era enorme, de dos plantas. al frente adornaban varias plantas el lugar. San y Krist se dirigieron a la puerta.

—San, espera. — El mencionado se giró junto a su novio. Este último bostezó mientras rodaba los ojos.

—¡¿Qué?!

—¿P-Puedo... puedo hablar contigo antes? — San rodó los ojos —Por favor, solo será un momento.

Krist miró a San y dió unos pasos hacia él, llevó su mano hasta la cintura de su novio y lo acercó a él hasta que sus labios se juntaron, comenzó un beso rudo y sucio, Mew apretó los libros sobre su pecho y cerró los ojos.

—Entra, bebé, prometo que no tardaré. — Krist asintió —Y límpiate la baba. —Bromeó. Krist sonrió.

—Bien, pero no tardes demasiado. Adiós, rarito. — Se despidió de Mew y caminó hacia el interior de la mansión.

—¿Qué quieres estúpido? — Mew rodó los ojos y acomodó sus gafas.

—San, ¿de quién es esta casa? —preguntó, preocupado —¿Dónde estamos?

—¡Por Dios! Deja tu paranoia, es la casa de un amigo de Krist, solo nos venderá algo de hierba, ya sabes. —Le guiñó un ojo.

—¿Nos va a dar QUÉ? —Mew gritó asombrado —San, ¿te estás escuchando? ¿Desde cuándo fumas hierba?

—Desde que no te importa, fracasado, déjame en paz. Me avergüenzas, ni que fuera algo del otro mundo.

—Por favor, llévame a la universidad, New —pidió, Mew, San volvió a rodar los ojos —. Prometo que no le diré nada a nuestro padre, ¿de acuerdo? Pero es que todo esto me incomoda mucho, por favor. —Volvió a pedir.

—¿Cuántas veces te he dicho que no me llames New? Es el sobrenombre que uso en la universidad, solo las personas que me importan pueden llamarme así, y ten por seguro que tú no eres una de ellas. — Una punzada atravesó el corazón de Mew, pero solamente guardó silencio. —Y no te ofendas querido hermano. — San rodeó los hombros de Mew con uno de sus brazos. —Pero me importa una mierda si todo esto te incómoda, ¡te quedas o te culparé de todo!

—No veo qué diferencia haría, ambos sabemos que me echarás la culpa de todas formas, así que, ¿sabes qué?... — Mew dejó caer los libros y sacó su celular, comenzó a marcar un número y San frunció el ceño.

—¿Qué estás haciendo? ¿A quién estás llamando? —preguntó San.

—A padre, veremos a quién le cree —respondió Mew, encogiéndose de hombros.

☆•𝑴𝑨𝑹𝑮𝑰𝑵𝑨𝑫𝑶•✩ - [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora