Poppy (29)

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Desnuda, Poppy introdujo la mitad del cuerpo en el agua y observó las ondas que su peso había formado en la superficie. El color empezó a cambiar de color a medida que se fue empapando. Sintió cómo la embargaba el frío y con los pezones erizados apoyó la nuca en la cerámica. El techo tenía acabados entrelazados y una línea de imperfección cruzaba la losa. 

—La vas a necesitar —Nazareth le ofreció una esponja. 

Aunque su voz sonaba tan tranquila y conciliadora como siempre, Poppy no buscó el origen y permaneció en silencio, los labios entre abiertos. Estaba segura de que a través brotaban las colas de los demonios que llevaba dentro y como el calor en los ojos no disminuía, pensó que efectivamente se trataba de los entes que habían regresado del averno para cobrar una factura. 

Tras haber accedido a esa magia oscura de la que cada bruja era capaz, una parte de su alma pesaba más que nunca y las emociones que percibía eran apenas un halo en su interior. 

—Mi madre era una mujer pecadora también —sonrió finalmente pero estaba llorando—. No tienes que avergonzarte por lo que hiciste en un trance al que te metieron. 

—No puedo decirlo... Ni aceptarlo. 

—No tienes opción tampoco —resopló con los ojos cerrados—. Después de que te perdones a ti misma da lo mismo lo que opinen los demás... O Dios. 

De sus ojos salió una saeta, y clavó el filo en la mujer que yacía en el taburete del baño, sentada y observando su cuerpo repleto de manchas sangrietas. 

—Las cartas solo son una recopilación de pecados capitales —dijo Naza y Poppy torció una sonrisa que hizo que la otra se estremeciera—. Lo lamento mucho. 

—Yo no —soltó—. Por primera vez en mi vida siento que soy yo misma. Aunque eso implique el haber perdido mi único vínculo con el amor verdadero. 

Naza elevó una ceja. 

—Dune podría ser inocente. 

—Aún tengo que resolver ese pequeño detalle con... mi primo. 

Poppy...

—El viejo está muerto y los ocultos no volverán a molestarnos. No tengo manera de probar que se ha cometido un crimen y para estas alturas no sé si sea prudente. 

Miró al agua y notó que se estaba oscureciendo. 

—Alex pensó que ibas a perder el control allá afuera. Dijo que estabas muy fuera de ti...

—Ese tipo mató a mis padres y me exilió, Nazareth —incorporó medio cuerpo y le asombró ver que Naza no se amedrentaba ante la desnudez de sus senos, así que dijo—: Desde hace mucho tiempo estoy enamorada de él. Algo de su persona me llamaba y yo creía que era esa amabilidad genérica que usaba para dirigirse a mí. Lo miré como a un ser especial en medio de este fango del que casi siempre salen los hombres... Era distinto a cada uno de los que he conocido, lo vestí para ser mi ideal perfecto porque en el fondo sabía que me estaba prohibido. 

Había apretado las palmas a la cerámica y de pronto el frío se convirtió en lava ardiente sobre su piel expuesta. 

—No es tu culpa.

—Se llama incesto. 

—Nunca has estado con él. 

Entornó los ojos y Naza apartó la vista. No comprendía que la vida de Dune pendía de un hilo y la única manera de darle una nueva oportunidad, estaba resuelta en esa parte de su poder que la había llevado a asesinar a un montón de personas. Las consecuencias de esos actos no la tenían nerviosa pero la idea de dormir con Dune, de alguna forma, le parecía más expiación que dejar libres a tantas almas.

Miles de niñas, mujeres y personas habían muerto para cubrir los crímenes de la familia Swift, pero aún nadie sabía que existía una descendiente directa de Alistair, el verdadero duque de Argyle, a quien quería observar aunque fuese en fotografía. 

—Sé lo que estás pensando —adujo Naza. 

Poppy negó con la cabeza y suspiró—: Lo que sea que vayas a decir, es mucho peor...

Mujeres ImpíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora