Capitulo 30

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Los rumores acerca de la familia imperial se esparcieron como pólvora, los plebeyos no comprendían ante sus ojos que en todos los pueblos y en la ciudad imperial había papeletas que buscaban a la criminal es decir a la única princesa del imperio Alice incluso los guardias buscaban entre posadas y carretas de los plebeyos.

- ¡Ojalá y jamás encuentren a la princesa!, ¡Que la princesa Alice sea emperatriz y no una criminal! – Gritaron varios plebeyos en la capital al ver a los guardias.

Los caballeros decidieron retirarse y cuando llegaron al palacio le dijeron a Félix lo sucedido, el pelirrojo fue directamente al jardín donde estaba "aquella familia feliz"

- Lamento interrumpir su majestad.

- ¿Ya la encontraron? – Hablo Claude sin ninguna expresión en su rostro.

- No su majestad, al parecer la gente plebeya se niega a las revisiones y han llegado agredir a los caballeros, se les hace una grosería ver a la princesa imperial siendo acusada de una criminal.

- ¡Que osados y estúpidos muertos de hambre!, ¡Félix debiste haberlos matado a cualquier pordiosero que cuestione al emperador! – Exclamo Diana mientras sostenía a su hija.

Claude miro de forma aterradora a Diana y decidió abandonarla siendo seguido por Félix; a pasos lentos Claude caminaba hasta que entro a una curiosa habitación.

- ¿Qué? – Miro confundido Claude.

- Oh, ¿Qué hacemos en la habitación de la princesa Alice? – Dijo Félix consternado.

- Yo no lo sé, mi cuerpo se movió por voluntad, dime ¿Por qué los plebeyos actuaron así?

- La princesa Alice ha hecho muchas acciones para el beneficio de los plebeyos como una educación pública sin ninguna excepción, además de que la princesa visitaba constante los mercados se ganó ampliamente la empatía del pueblo para los plebeyos, la princesa es una protectora de ellos y la llamaron como la Emperatriz con la misericordia de dios.

- En tan alta estima tienen a esa mujer. – Claude hablo burlescamente.- entonces ¿Por qué huyo como una rata?

- ...

Félix guardo un silencio incomodo, hasta que por fin decidió romperlo.

- Usted amaba a la princesa como nunca lo había visto. – Félix busco con desesperación una ligera empatía de parte de Claude de la cual no lo había. - ¿Majestad en verdad desea matar a la princesa?

- Yo... déjame solo, Félix.

Félix con algo de insistencia permaneció unos minutos esperando una respuesta de su amigo sin embargo con una frustración salió de la habitación dando un golpe violento a la hora de cerrar la puerta, dejando solo a Claude de inmediato él comenzó a registrar toda la habitación, el aroma lo embriaga de calidez en verdad le fascinaba el olor, no obstante cuando las yemas de los dedos de Claude rozaron un pulcro vestido blanco de sacerdotisa, un recuerdo le llego a la mente y era la primera vez que había conocido a esa mujer de ojos idénticos a los suyos; salió despavorido de la habitación y cuando entro a la suya sus ojos se encontraron con un hermoso cuadro bañado en magia de conservación, en donde yacía Alice siendo sujetada de la cintura y observada por un Claude de ojos enamorados.

Claude no pudo soportar más y comenzó a gritar a la vez que tiraba todo a su paso cuando estuvo a punto de destrozar el cuadro algo interno de él lo obligo a dejarlo ahí.

- ¿Por qué?– murmuro Claude con un aire de desconsuelo. - Me siento tan vacío.

La puerta sonó por unos ligeros golpes y la voz de una sirvienta lo hizo reaccionar para mantener la compostura, pero sobre todo arreglar su desastroso y pálido rostro.

¡Debo sobrevivir del Tirano!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora