Capitulo 33

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La capa de seda blanca que cubría el cuerpo de Alice cayó al suelo, después de 5 meses en el que ella desapareció del imperio fueron plasmados en su delicado cuerpo; al igual como todos los presentes en la sala del consejo, me quede anonado por la drástica apariencia de ella en la cual era una princesa en cinta, no, para ser precisos su vestimenta era idéntica a la de la primera emperatriz que marco a la familia real de ojizafiros, sin lugar a duda su hermoso vestido hablaba por si mismo dándome a entender "Yo soy la emperatriz de Obelia que lleva en su vientre al próximo linaje real que será emperador"

Las palabras de ella resonaron en toda la sala, no había ningún rastro de mentira en sus palabras y justamente cuando iba a articular palabras el supremo sacerdote invoco a las constelaciones imperiales.

Alice me observaba con seriedad, pero solo era una estúpida fachada, ella estaba muerta de los nervios y no la culpaba a ella con todo lo que había pasado entre nosotros, de inmediato me levante ignorando a Diana que me suplicaba molestamente, cuando finalmente me acerque a Alice le dije.

- Princesa Imperial ¿puedo tocar su vientre?

La mirada de Alice se tenso y miro nerviosamente al Supremo sacerdote que le asentía la cabeza con seguridad.

- Por supuesto su majestad. – Hablo Alice con seriedad.

Cuando mis manos se posaron en el vientre de Alice por primera vez pude sentirlo lo que tanto hablaban mis libros de magia cuando era infante es decir el llamado y preciado vinculo "La sangre primogénita del zafiro" que solo el emperador puede sentir en sus primogénitos.

Mi sonrisa se hizo evidente y justamente cuando Carlos se disponía a arrebatarme a Alice mi mana la cubrió dejando ver mi mirada furiosa. – Conoce tu lugar osado y en cuanto a ti Diana deja de llorar como una perra.

- ¿Qué esta diciendo su majestad? ¡Diana es la madre de su única hija! – Grito Diana desde el suelo.

- ¿Quién te dijo que iba reconocer a esa bastarda? – Mi mirada se fijo en el supremo sacerdote. – Supremo esta a su cargo la vigilancia de la princesa de Siodonna y de esa niña hasta que tengamos pruebas para enjuiciarla... Además, supremo sacerdote yo no recuerdo a la princesa Alice como mi amante sin embargo hay testigos que validad mis sentimientos perdidos hacia ella, así que siendo ustedes mis nuevos testigos le ofrezco a la princesa vivir nuevamente en el palacio imperial deseo que aceptes y me des la dicha de ver a mis primogénitos crecer con su padre.

De inmediato, el supremo sacerdote junto a los guardias imperiales se llevaron a Diana, no podía pensar más que en la mujer frente a mis ojos y esas horribles jaquecas se volvían rotundamente molestas cuando pensaba en ella e incluso cerca de esta, suspire con cansancio y ordene que todos se retiraran por lo cual lo hicieron sin rechistar.

- Alice quiero que te quedes, necesito hablar contigo.

Alice me miro sorprendida, pero asintió permaneciendo parada en ese lugar, sin embargo, no estaba sola a su lado también permaneció Carlos que por alguna razón hizo que me molestara su presencia.

- Cuando dije que quiero hablar con la princesa es porque quiero estar a solas con ella y no necesito la compañía de perros guardianes.

- Lo lamento su majestad, pero no obedezco sus órdenes este perro guardián protegerá e incluso morderá a quien toque a mi maestra. – Hablo mientras intentaba desenvainar su espada.

- Carlos ¿podrías esperarme a fuera? – La sonrisa cálida de Alice hizo que Carlos la mirara resignado. – No te preocupes si su majestad intentara lastimarme podrás cortarle la cabeza.

¡Debo sobrevivir del Tirano!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora