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Mis ojos se cierran; mis labios esperan ser tocados por los suyos, pero esa satisfacción nunca llega

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Mis ojos se cierran; mis labios esperan ser tocados por los suyos, pero esa satisfacción nunca llega.

Abro los ojos, sintiendo sus cálidas manos sosteniendo mi rostro mientras su boca está a solo un centímetro de la mía. Nuestros ojos se conectan, tan profundamente que puedo ver cada cicatriz en su alma, su corazón, la forma en que su cuerpo tiembla con un dolor palpitante sobre el claro debate en su rostro. Ya sea para besarme y dejarnos soñar con una última vez juntos, u olvidar que nuestra conversación sucedió alguna vez y hacer lo correcto.

Siento que me desmorono de vergüenza por lo mucho que quiero que haga lo malo, que haga una última mala elección. No puedo evitar querer rogarle, pedirle que me bese por última vez. Quiero preguntarle si estaría bien si pudiera acercarlo más a mí. Ni siquiera deseo un beso o algo más, solo quiero abrazarlo. Solo un abrazo que me hará sentir segura en sus brazos porque nadie más tiene la capacidad de hacerme sentir completamente en paz.

Sin embargo, deja ir mi rostro.

Y nuestros labios nunca se tocan.

Y lo que podría haber sido el mayor de los errores, pero el más hermoso de los sueños, permanece dentro de mi imaginación como un amigo perdido que no puede encontrar el camino de regreso a casa.

—Lo siento —espeta. Sus mejillas se tornan de un rosa intenso y sus manos tiemblan al pasarlas por su cabello, haciendo un lío que solo lo hace lucir más hermoso bajo la luz de las estrellas —. Yo... No debería haber hecho eso.

—¿Hacer que? —pregunto. Mi voz se vuelve ronca mientras las ganas de llorar se vuelven potentes —. No hiciste nada. No pasó nada.

—No, por supuesto que algo pasó. Nosotros...

—No existe un nosotros —le recuerdo, aunque me duele decirlo —. Nunca debería haber existido un nosotros. Solo te lastimé y no merecía nada de lo que hiciste por mí. Ojalá pudiera borrarlo todo y nunca estar contigo para que pudieras haber sido feliz desde el principio.

No creo en lo que estoy diciendo. No creo en ninguna de las palabras porque nunca, ni en un millón de años, borraría nada de lo que he vivido junto a él. No cuando todos los momentos en los que he sido verdaderamente feliz, increíblemente contenta conmigo misma y con la forma en que soy como ser humano, están todos rodeados de sus risas, sus abrazos, sus besos. Y quiero decirle eso, gritar las palabras que he estado escondiendo durante los últimos meses porque nadie puede entender lo que siento en mi pecho. Nadie más que él.

Pero yo no las digo.

No lo hago porque sería egoísta de mi parte quitarle todo el progreso que ha logrado. Sería egoísta por mi parte venir a besarlo y tratar de destruir la felicidad que ha construido con alguien que lo ama más que a nada. Ella probablemente incluso lo ama más que yo y estoy aquí mintiéndome sobre eso porque no quiero aceptar la verdad de que alguien más podría amarlo más de lo que yo pienso hacerlo durante toda mi vida.

Abismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora