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Gianna es la mujer más impulsiva que he conocido

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Gianna es la mujer más impulsiva que he conocido.

Lo confirmo una vez más cuando me cruza la cara sin siquiera dejarme explicar lo que acaba de suceder. El sonido de su mano chocando contra mi rostro resuena por la calle y llama la atención de varias personas que no tardan en reconocer quién soy. Las mejillas se me incendian gracias a la cólera que me provoca el hecho de que tenga sus ataques de rabia en medio de la calle cuando sabe que su tío trabaja demasiado para cuidar mi imagen junto a lo de los chicos.

Tenso la mandíbula y la miro con los ojos hechos dos líneas.

—Vamos adentro para conversar —le pido con la voz más calmada que puedo formar.

—No tengo que ir a ningún lado contigo, eres un mentiroso —espeta con los ojos llenos de lágrimas.

—Vale, ¿no me vas a dejar explicar?

Sigo sonando calmado, porque explotar con ella nunca me lleva a ningún lado. Estoy cansado de esta rutina. Estoy cansado de que ella nunca me deje explicar y requiera a escándalos apenas ve o escucha algo que no es de su agrado. Detesto que no me permita ni siquiera hablar para explicarle las cosas y me insulte a la primera sin darme ni la más mínima oportunidad de probarle que está equivocada.

Estoy cansado de este enfermizo círculo vicioso que ella crea para nosotros.

—¿Explicarme qué? ¿Que sigues sintiendo cosas por ella?

—Vale, fue muy placentero mientras duró —afirmo. Giro sobre mis talones para encontrarme con McKenna mirando la escena con los ojos abiertos. Le quito los documentos de la mano y se los entrego a la mujer de irises azules que me observa incrédula —. Que te vaya muy bien, Gianna Jhalessi. Porque yo no pienso estar aguantando tus inmadureces. Ya no más. 

Miro a la castaña por encima de mi hombro.

—Kenna, entra al auto —le ordeno —. Tenemos cosas que hablar tú y yo.

—Oh, sí, por supuesto que solamente van a ir a hablar —ríe con sarcasmo Gianna —. Solo hablarán sobre en qué posiciones te la vas a follar, ¿no es así?

—Baja la voz y deja de hablar de esa manera que estás haciendo un escándalo sin propósito. Así me pongas miles de adjetivos, ya te dije que no estoy para aguantarte —le advierto entre dientes —. Ella me besó, yo no la besé. Me acerqué a ti para explicarte, pero como siempre, no me dejaste hacerlo. Final de la conversación.

—¿Y te vas a ir con ella? ¿Con ella que es la razón por la que estamos teniendo este problema cuando hace segundos estábamos muy bien? —espeta incrédula. Niega con la cabeza —. Quien no tiene lo que quiere en claro, eres tú, no yo.

—Por supuesto que tengo en claro lo que quiero —me acerco para quedar cara a cara con ella —, es por eso que no estoy quedándome aquí como imbécil a aguantar tus mierdas.

Abismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora