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«Quita tus malditas manos de ella

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«Quita tus malditas manos de ella.»

Eso es lo primero que pienso al verlos a ambos conversar tan alegres, tan juntos. Son el centro de atención de todos en este maldito circo que no deja de alentarlos a continuar con tremendo espectáculo. Todo lo que veo es rojo, un profundo color sangre que me nubla la visión y me hace querer poner mis manos alrededor del cuello de él por siquiera pensar que tiene la más mínima oportunidad con ella.

Decido dejar que ambos continúen teniendo su momento de felicidad por el hecho de que quiero saborear bien esta imagen. No la olvidaré jamás en toda mi vida. No lo olvidaré por el hecho de que esto es algo que ella me prometió jamás volvería a suceder. Pero a la primera oportunidad, siempre corre lejos de mí. Siempre se va con él.

Todas las personas notan mi presencia, y pretendo tener la sonrisa más grande en los labios por el hecho de que no pienso dejarle ganar a él, mucho menos a ella. El señor Matthew me aprecia y abre los ojos en grande al lado de los tíos de la antigua rubia, quien se encuentra tan metida en su conversación junto a él que todavía no ha notado mi presencia.

Quiero reír al ver su reacción cuando lo hace.

Su rostro decae y sus labios se fruncen. Me permito bajar la mirada por su vestido de color dorado y diseños blancos. La prenda hace el hermoso trabajo de resaltar sus grandes ojos azules, cuyas pestañas rizadas besan el borde de sus sonrosadas mejillas con cada parpadeo. Relamo mis labios y ladeo la cabeza.

—Lamento llegar tarde —anuncio en voz alta.

Sin dudarlo, y con toda la seguridad del universo, me acerco hacia donde ella está y le entrego mi mejor sonrisa con la rabia contenida. Miro a mi mejor amigo, quien luce anonadado de verme delante de él cuando en su mente pensaba que todo iba a salir de maravilla. Piensa mejor.

—¡Seok! —sonrío.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta incrédulo.

Intenta mantener su compostura todo lo que puede, pero lo conozco mejor que la palma de mi mano, y sé que está por perder la cordura. Continúo sonriéndole, me deleito con verlo demasiado fuera de lugar y con todas las ganas de romperme el rostro en dos.

—¿Cómo que qué hago aquí? No podía perderme el aniversario de mis suegros —digo con fingida incredulidad. Quito a Gianna de los brazos del pelinegro y pongo los míos alrededor de su cintura para acercarla a mi pecho delante de los demás —. Hola, mi amor.

Gianna me mira sin poder creer mis palabras, y es más, ni yo tenía claro lo que haría al llegar a este lugar. Mis celos sacan lo peor de mí la mayoría del tiempo, y siempre termino haciendo cosas de las cuales termino arrepintiéndome. Como por ejemplo, este pequeño espectáculo en el que me estoy proclamando como el novio estelar cuando no tengo ni la más mínima intención de estar en una relación con la mujer entre mis brazos. Ni siquiera sé por qué lo he dicho. Mi peor miedo es que vaya a pensar que esto significa que quiero regresar con ella.

Abismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora