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Sus ojos azules se abren cuando mis manos se juntan alrededor de su cuello

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Sus ojos azules se abren cuando mis manos se juntan alrededor de su cuello. Sin dudarlo mucho, la pongo contra la cama y me siento a horcadas sobre ella para impedirle huir. Sus manos suben a las mías, en el vano intento de impedir que le continúe haciendo daño. No estoy quitándole el aire por completo, solo lo suficiente para así conseguir que deje de envenenarme con las mentiras que sé saldrán de sus labios.

Incluso cuando ella intenta mover sus labios, los cuales solo se continúan hinchando gracias a la presión en su cuello, no me permito ceder. Mis manos no lo hacen, y mi yo interior me pide a gritos que la suelte, que no le haga daño a pesar de que ella me lo ha hecho a mí miles de veces. Me pide que no la lastime, que no rompa aquella promesa de siempre estar a su lado.

Cualquier memoria, cualquier recuerdo feliz que tenía junto a ella, es cubierto de tinieblas. Las sombras modifican cada uno de ellos y los vuelven memorias infelices, llenas de lágrimas y de sufrimiento. Todas esas sonrisas, esas risas compartidas, se alejan de mi mente y solamente queda el odio. El odio que tengo por aquella princesa de ojos azules que en realidad era un monstruo que consiguió robarme todo. 

—M-Me estás haciendo daño —susurra. 

—Eso es mentira —gruño sobre su rostro —. Si quisiera hacerte daño de verdad, estarías morada ahora mismo. No lo estás, ¿verdad? Jodida mentirosa.

Me mira incrédula ante mis palabras, y decido soltarla por el simple hecho de que ella no merece que ensucie mis manos. Ni siquiera merece que pague una condena por ella. Es el tipo de porquería que es como persona, y me odio a mí mismo por haber sido tan ciego durante todos estos años como para no darme cuenta de la clase de mujer que estaba intentando destruirme. 

Siempre ha sido tratada como una princesa. Absolutamente todas las personas que la conocen utilizan esa irónica palabra para describirla. Y quiero reírme ante lo incorrecto que esa palabra es para referirse a una persona que es todo menos una princesa. Es una víbora disfrazada de chica de cuento de hadas. Es una mutación creada por el universo para atormentar las vidas de los demás para así conseguir lo que quiere. Está rota y vacía por dentro, y al no poder resistir que los demás sí puedan ser completos, los hace pedazos.

—Déjame explicarte —pide. 

Pongo presión en sus hombros para impedir que se levante. Sus manos tienen la intención de tocarme, pero sus dedos sobre mi piel queman. Me lastiman de una manera en que jamás pensé que lo harían. Cada una de mis heridas sangra mucho más al tenerla tan cerca, y no pienso permitirle volver a hundirme cuando ya me encuentro demasiado dentro de este lugar oscuro que me prohíbe ver con claridad.

—¿Y qué quieres decirme? —pregunto seco. 

Sus ojos se llenan de lágrimas, y tengo las ganas de gritarle que deje de estar actuando porque ya no estoy ciego. Hace un par de horas estaba cubierto por esa venda que ella colocó alrededor de mis ojos para prohibirme ver las cosas con claridad. Pero ahora puedo hacerlo. Soy capaz de ver cada mentira que me dijo y en la cual creí ciegamente. 

Abismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora