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Sigo siendo aquel idiota que todavía espera verla sonreír cuando escucho sus pequeñas risas nerviosas al otro lado de línea

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Sigo siendo aquel idiota que todavía espera verla sonreír cuando escucho sus pequeñas risas nerviosas al otro lado de línea. Eso lo sé perfectamente bien cuando las comisuras de mis labios batallan con subir al oír la forma en que le causa demasiada gracia mi sincera curiosidad de saber cómo demonios tengo este tipo de vídeos en mi galería.

La llama entre nosotros se apagó, lo sé cuando a pesar de intentar comunicarnos no somos capaces de cruzar a más de lo sexual. Matamos la ilusión de formar un mundo al lado del otro, a pesar de que sinceramente hubo un momento en el que intenté hacerla la mujer más feliz del mundo. He quedado dentro de esta pintura sin color sin historias que contar, sin nuevas canciones que escribir, por el hecho de que la mayor fuente de mi inspiración ya no me pertenece.

La veo y aunque lo intente no puedo olvidar que es ella quien decía que jamás nos íbamos a separar. Era ella quien se encontraba demasiado segura en que nuestro amor era capaz de soportar todos los obstáculos cuando eso en realidad está completamente lejos de la verdad.

Si follar es lo único que puedo obtener de ella sin que piense sin parar en sus mentiras, entonces lo tomaré sin dudar. Por mucho que lo desprecie, no puedo evitar necesitarla, desearla. Hay tantas cosas que deseo hacerle y ella ni siquiera tiene idea. Todo lo que sabe con certeza es cuán mojado se pone su coño cuando estoy dentro de ella.

Ahora puedo verlo totalmente, claro como el día. Sus muslos cremosos abiertos y puestos alrededor de mis caderas mientras empujo con fuerza dentro de ella. Estaría gimiendo y jadeando mi nombre una y otra vez mientras mis dedos frotan su clítoris lo suficientemente fuerte para provocarla, pero no lo suficiente como para hacerla correrse de la forma en que me estaría rogando. Mierda, me estoy poniendo duro solo de pensar en su humedad atrapando mi polla, y puedo decir que ella también lo está por cómo se ha acelerado su respiración.

—Gianna —mi mano tiembla alrededor del móvil.

—¿Sucede algo? Suenas demasiado agitado.

—¿Por qué tengo vídeos de nosotros en el celular? —pregunto otra vez.

—¿Qué vídeos? —dice, fingiendo no saber.

—No es gracioso —replico —. ¿Estás libre?

—Estoy en mi cuarto terminando unos diseños. ¿Por?

—Porque tengo una erección enorme por ese vídeo —afirmo. La escucho jadear en sorpresa —. Quiero que veas cómo me masturbo y quiero que tú también lo hagas.

Su respiración se entrecorta al otro lado de la línea y sonrío al saber que la tengo entre mis manos. Nunca he hecho algo así en medio de un avión. Es más, nunca me he grabado follando con alguien antes. De alguna forma u otra, Gianna sabe hacerme tener primeras veces que no creía eran posibles.

Mientras más le escucho contarme, más siento que soy capaz de recordar hasta el punto de tener sus gemidos y jadeos en mis oídos. Mi mano libre actúa por sí sola y me deshago del botón de mis pantalones para abrirlos. Mi polla se encuentra dura e inhalo hondo cuando mis dedos se deslizan por la longitud sobre la fina tela de la ropa interior con el propósito de aliviar algo de la presión.

Abismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora