Sus manos recorren mi cuerpo sin ningún tipo de delicadeza. Las mías intentan aferrarse a sus caderas cuando él continúa moviéndolas cada vez más rápido, más recio, más fuerte. Mi respiración muere en sus labios, la suya empieza en los míos. Mis jadeos se vuelven los suyos y sus gruñidos se combinan con mis súplicas. Ninguno de los dos sabe cómo detenerse, ninguno desea separarse. Ante el más mínimo roce, nuestras almas desean estar juntas, ruegan por poder quedarse unidas siempre.
Su boca recorre mi cuello, en donde sus labios han dejado marcada la suave superficie de manchas del color rojo más profundo. Está combinado con ciertas líneas de un fino lila que me recuerda a la tonalidad púrpura que ambos creamos cada vez que su mano acaricia la mía. Sus dientes rozan mi piel, la cual se escarapela ante los toques de sus dedos. Me hace el amor con ansiedad, con desesperación, con miedo a que alguien entre por esa puerta a separarnos una vez más.
—Te amo —susurra sobre mis labios.
Es una promesa, una que no solo está hecha por sus labios, sino por su corazón.
—Te amo —respondo sin dudarlo ni por un solo segundo.
Puede que el mundo se esté acabando, puede que en una cuestión de abrir y cerrar los ojos ambos dejemos de existir. Y no nos importa, no lo hace porque ambos estamos juntos. Estamos entre los brazos del otro, en el lugar en el que pertenecemos. Existe la posibilidad de que mañana por la mañana, ambos estallemos y juremos nunca más querer respirar el mismo aire que el otro. Pero nadie será capaz de quitarnos lo que fuimos, lo que siempre seremos. Nadie será capaz de negar que, en este momento, en este preciso instante, yo fui suya de la misma manera en que él fue mío.
Intento recuperar la respiración al caer rendida sobre su pecho. Mi cuerpo tiembla cuando siento sus manos acariciar mi cintura con calma, sin prisa, sin miedo a que le prohíba hacerlo. Sus ojos mieles miran con profundidad cada centímetro de mí como si fuera una obra de abre digna de apreciar durante millones de años en los que el tiempo se congela. El calor sube a mis mejillas cuando alza la mirada para conseguir que la mía se conecte a la suya.
Su rostro se acerca al mío. Mi espacio personal y el suyo se unen para formar una burbuja que tiene la intención de ser impenetrable. Nadie puede entrar sin nuestro permiso, sin nuestra consideración. Es un espacio en el que ambos podemos estar libremente sin tener que preocuparnos por los demás. No tenemos que pensar en lo que ellos dirán, y no tenemos que imaginar en las consecuencias que sucederán después de que nuestras manos se toquen en medio de esta galaxia llena de estrellas que parece no tener final.
—¿Y ahora qué? —susurra con una sonrisa. Mi boca se roza con la suya por pura casualidad, lo que consigue que las mejillas de ambos se tiñan del color rosado más claro que ha podido existir —. ¿Vamos a dejar de perder el tiempo separados del otro de una buena vez por todas? —agrega, sacándome una pequeña carcajada.
Sé que lo amo, ya no es algo que esté intentando ocultar. Y sé que él me ama, así que ninguno de los dos puede decir que no podemos hacer nada para pelear por ello. Ambos a veces pensamos que jamás pasará, y que el destino nos arrastrará mucho más profundo dentro de este laberinto que tiene la intención de alejarnos del otro. Pero en estos últimos meses he aprendido que no importa que no lo pueda alcanzar. No importa el hecho de que mis manos no puedan tocar las suyas.
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Abismo ©
RomanceDespués de muchísimos años de haber estado enamorado, Taehyung Neon descubre que el amor no es capaz de vencer todos los obstáculos. Lleno de impotencia y desesperación, decide hacer lo que por mucho tiempo juró jamás cometer. Dejar ir a la mujer de...