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Si dieran premios a las trampas, ya habría ganado varios de ellos

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Si dieran premios a las trampas, ya habría ganado varios de ellos. Cuando era una adolescente, no me interesaba tener novios. Eso era porque tenía la atención de muchos hombres sin siquiera pedirla. Jugaba con muchos chicos de la manera en que quería sin necesidad de esforzarme por ganarme su cariño, de la misma forma en que ellos también intentaban conseguir solo placer de mi parte. Eso es historia, ya lo sé todo.

Puedo escuchar las voces de mis hermanos preguntándome a quién creo que estoy engañando. Nunca he sido buena para decir mentiras cuando mis sentimientos son demasiado claros. Tarde o temprano la verdad sale a luz lentamente, y estoy segura de que por más que intente ocultarlo, soy un libro abierto. Él es lo que yo más quiero, y trato de esconderlo porque tengo miedo que me sea arrebatado por siempre.

Mamá define mi amor como algo hermoso que estoy sintiendo, que no debo de esconderlo de los demás porque es notable en dónde está mi corazón. Pero no, nadie tiene por qué oírme decirlo. Por supuesto que no. Pienso negarlo a toda costa por el hecho de que él también me está prohibiendo saber que está enamorado de mí y que todavía me ama.

Nunca haré eso, nunca hablaré de mi amor. Una vez lo hice y terminé en esta situación que solamente consigue abrumarme cada vez que me hunde un poco más. Pensé que ya había aprendido a cómo controlar mis sentimientos. Todo es hermoso al principio, todo es corazones y rosas. Pero mi mente me está gritando que tenga cuidado con todo este enredo, ya que no todo es maravilloso cuando se trata de las dificultades del amor.

—Claramente vemos que lo quieres y lo extrañas —me dice mamá. Posa su mano sobre la mía sobre la mesa mientras ambas cenamos al lado de los gemelos.

—No lo aceptaremos, date cuenta que lo amas —me exige Kodiak.

Tengo que aceptar que estoy tan enamorada de él. Eso es algo que lo sé a la perfección, pero que no volveré a decir en voz alta por miedo a que mi corazón se vea expuesto al dolor una vez más. Incluso cuando mis hermanos insisten en que mi sonrisa se encuentra llena de amor al mencionar su nombre, me niego a que sigan insistiendo. No diré que es amor, no cuando cada vez que intentamos hacer que se vuelva realidad, alguien tiene que ponerse en medio. Pero, me guste o no, el amor me atrapó.

Hasta dibujar vestidos de novia se me hace demasiado complicado. Se me hace un mundo entero no poder imaginarme al lado de él usando uno algún día. Puede que no suceda, puede que jamás tenga la oportunidad de siquiera ponerme un vestido blanco hecho solo para mí. Pero, nada me cuesta imaginarlo. No tiene precio poder soñar con él aceptando pasar el resto de su vida a mi lado.

Cada centímetro de mí está temblando, pero no es por el frío. Algo es demasiado familiar en esta situación que se ha repetido en mi cabeza miles de veces. Es como un sueño que no puedo alcanzar, pero no del todo todavía. Pero puedo sentirlo a él dentro, detrás de esa puerta que tanto me cuesta abrir por miedo a no ser recibida con todo ese cariño que siempre he anhelado. Hubo una época en la que tuve una pizca de todo lo que ese amor puede lograr, pero lo dejé ir por miedo a continuar arruinándolo. Puede que ese haya sido mi mayor error.

Abismo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora