9. Nunca más

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AINHOA

En este momento, preferiría desaparecer antes que enfrentar la escuela. Después de dormir solo tres horas tras la fiesta de anoche (o mejor dicho, de hoy), no tengo ni una pizca de ganas de interactuar con nadie. Normalmente no sufro de resaca, pero hacía mucho tiempo que no bebía tanto como anoche, y ahora mi cabeza late con tal intensidad que me cuesta mantener los ojos abiertos. Voy a tener que ir a la escuela con gafas de sol para disimular las ojeras que, seguro, me llegan hasta el suelo.

Me levanto de la cama y dejo mi café con leche en la mesita de luz. Por suerte, mi madre es muy comprensiva y me trajo el desayuno a la cama. No le importa que salga de fiesta siempre que le avise dónde estoy y cuándo regresaré. La entiendo perfectamente porque no siempre fui tan cuidadosa, y eso me trajo problemas hace unos años.

Inconscientemente, toco mi collar de la suerte, una media luna plateada. Siempre que me siento mal, ya sea por un examen complicado o por cualquier situación cotidiana que me angustia, lo toco para calmarme. No sé por qué, pero funciona.

Una vez que estoy lista, India me pasa a buscar, como todas las mañanas, a menos que haya dormido en mi casa, cosa que no sucedió anoche. Ayer bien podría haberse quedado, pero ni siquiera Álvaro lo hizo. Estaba tan malhumorada que solo quería estar sola con mis pensamientos. Sé que eso me convierte en una histérica de la peor clase, pero no quería que nadie tuviera que lidiar conmigo en ese estado. Nadie debería verlo.

Para compensar mi mal comportamiento con Álvaro, antes de ir a la escuela, India y yo pasamos por una tienda deportiva para comprarle una camiseta de su equipo de fútbol favorito. Es un fanático incondicional, y siempre asiste a los partidos, no solo de su equipo, sino de otros también. Su pasión por el fútbol me contagió, y aunque no soy tan fanática como él, lo acompaño y celebro cada gol con el resto. Para mí, eso es suficiente.

Cuando llegamos a la escuela, noté que todavía no había mucha gente. Sospecho que muchos de los alumnos faltarán hoy por lo que se podría llamar "problemas de alcohol en sangre".

Lo veo a Álvaro entrar, como si no hubiese tomado ni una gota la noche anterior. ¿Cómo podía verse tan bien? Zeke, en cambio, está algo despeinado y lleva gafas de sol, como yo. Ambos estaban charlando en los casilleros, así que tomé aire y me acerqué.

Me acerqué por detrás y cubrí los ojos de Álvaro con mis manos.

—¿Quién soy? —Zeke se baja las gafas y me mira, rodando los ojos.

—Mmm... no sé —responde Álvaro, sonriendo.

—Piensa mejor.

—¿Ailén?

—No, piénsalo mejor... ¿CÓMO QUE AILEN? —le destapo los ojos y me paro a su lado con los brazos cruzados, fingiendo estar molesta.

—Es una broma, amor —se acerca y me da un beso suave.

India y Zeke, con sus casilleros abiertos, hacen ruidos de náuseas mientras nos dan la espalda, exagerando su disgusto por nuestra muestra de cariño.

—Te traje un regalo, para pedirte disculpas por cómo me porté ayer —le digo, acercándole una bolsa de papel madera.

—Pero... —se queda mirando la bolsa, sorprendido, y la agarra con cuidado— No era necesario ningún regalo, bonita.

Al abrir la bolsa, su expresión cambia por completo. Puedo ver la emoción en su rostro, y antes de que pueda decir algo, me agarra del brazo y me envuelve en un abrazo cálido y protector. Sabía que esos detalles le alegraban el día. No suelo hacer este tipo de gestos con frecuencia; no soy una persona muy demostrativa, ni siquiera con las personas más cercanas. En cambio, él siempre me sorprende con pequeños regalos y es increíblemente detallista en todo sentido.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora