24. Feliz

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AINHOA

En este momento desearía que la tierra me tragara por completo.

Mi bocota, que nunca sabe quedarse callada, acaba de arruinarlo todo.

—Esa chica fue mala conmigo, Aaron —dice la niña, tomando sus mejillas con sus pequeñas manos para obligarlo a mirarme.

—Eso no es verdad —respondo, cruzándome de brazos.

—¿En serio, Rubia? —levanta las cejas—. Sabía que tenías carácter, pero ¿pelearte con mi hermanita para llamar mi atención?

—¿Qué? —suspiro, frustrada—. No todo gira alrededor tuyo, ¿sabes? Solo quería mi unicornio —señalo a la niña mientras hablo—. Pero olvídalo, me voy.

Empiezo a caminar sin mirar atrás, perdiéndome entre la multitud, tratando de encontrar a Zeke e India para que me saquen de esta situación.

Sé que fui infantil, lo sé, pero ¿justo tenía que ser la hermana de Aaron? ¿No podía ser cualquier otra niña de la feria?

Ahora este idiota arrogante pensará que todo esto fue para atraer su atención, y claro que no. Es lo último que quiero en el mundo.

Sí, claro, ni tú te lo crees.

No es el momento.

Llevo dando vueltas por unos diez minutos y no veo ninguna cara conocida, así que decido hacer la fila para comprarme un batido de fresa con crema. Por suerte, no hay mucha gente, así que no tengo que esperar mucho. Pido que le agreguen salsa de fresa y unos trozos de chocolate. Justo cuando voy a sacar mi dinero, alguien estira el brazo frente a mí y entrega un billete al chico que me está atendiendo. Frunzo el ceño y miro a mi izquierda, y la persona que está pagando es Aaron.

—Genial.

—Lo sé —responde con su típica arrogancia.

Esto no podría empeorar.

—Muchas gracias, muy amable —le deja propina al vendedor.

—Ay, muy amable —digo con tono burlón—. Qué patético.

Empiezo a caminar con pasos largos.

—Tengo la impresión de que hoy todo lo que hago te molesta —me sigue a paso rápido.

Me detengo de golpe y me doy la vuelta para enfrentarlo.

—Puede que tengas razón —me encojo de hombros—. Hoy me levanté con ganas de estar completamente irritada por tu existencia.

—Es una lástima —me quita el batido de la mano—. Justo pensaba invitarte a salir mañana.

¿Qué?

—¿Tú? —me río sarcásticamente—. ¿Invitarme a salir?

Veo cómo sonríe y muerde su labio inferior, mirándome a los ojos. Luego, toma un sorbo del batido sin apartar la mirada de mí.

Por favor, no dejes de mirarme, nunca.

Me doy cuenta de que he estado en silencio mirándolo durante un buen rato, y mis mejillas empiezan a arder. Esa simple mirada, que probablemente ni siquiera fue intencional, me ha hecho temblar en un segundo.

—¿En qué piensas? —dice con voz ronca mientras se acerca lentamente.

—En lo que haré mañana —le respondo en tono de broma.

—Espero que nada —ya estamos peligrosamente cerca.

—No lo sé, tengo que revisar mi agenda —saco mi móvil con aire de burla—. Parece que estoy libre.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora