18. Decepción

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AINHOA

—Desapareció como un vampiro o no sé —paso mis manos por mi cara, frustrada.

—Ojalá lo sea —su emoción se refleja en sus ojos.

—Ya para con tu obsesión por Stefan Salvatore.

—Perdón, tienes razón —levanta ambas manos en señal de disculpa.

—No sé qué hacer —vuelvo a pasar mis manos por la cara, agobiada.

—¿Ahora? Nada, bebé —se levanta de la cama—. Vamos a prepararnos porque hoy hay fiesta en mi casa —hace una pausa dramática y mira su reloj—. Falta una hora y no estamos listas, ¡mierda!

—En una hora llegamos más que bien a prepararnos, tranquila —me río, viéndola revolver todo su armario.

—Una hora no me alcanza ni para las pestañas, Ainhoa.

India tira de mi brazo bruscamente y eso hace que pegue un salto hasta quedar parada junto a ella. Ahora tiene al menos la mitad de su cuerpo dentro del armario y comienza a arrojarme un montón de prendas de ropa sin parar, hasta que al fin logro agarrar una al azar en el aire. Me encuentro con un vestido negro, de cuello alto estilo polera y bien ajustado. Podría quedarme sin aire, tal vez, pero lo vale, es hermoso.

—¿Tú qué dices? —India se da vuelta y mira el vestido.

—Te lo obsequio, es para ti —se cruza de brazos frente a mí.

—Estás loca, solo quería que me lo prestaras para hoy, aunque no sé... —vuelvo a mirar el vestido, algo dubitativa.

—Basta de dudas, Ainhoa —me da un pequeño golpe en la cabeza—. Vas a quedar bien perra con este vestido. Además, tus piernas... —hace una pausa y me mira de abajo hacia arriba—. Dios, qué lástima que te gusten los hombres —me guiña el ojo y se da vuelta para seguir buscando ropa.

—Lo siento, ya encontrarás a alguien con las piernas tan largas como las mías —me encojo de hombros mientras sonrío pícaramente.

—Lo dudo, pero no tengo prisa.

Luego de media hora, ya estamos cambiadas, pero ahora falta el maquillaje. Yo me doy bastante maña para maquillar; no me considero profesional, pero me las rebusco bastante bien. India se ha puesto una polera negra con una pollera a cuadros y unas bucaneras negras con borcegos. Está muy, pero muy hermosa. Y su pelo negro está fuera de su cara gracias a una vincha negra que tiene puesta. Decido maquillarla con tonos marrones y dorados en los ojos, con un simple gloss en los labios, pero unas pestañas infernales, tal como le gustan a ella.

Termino mi magia y ella se mira en el espejo, mientras alisa su pelo con las manos.

—Eres una genia —corre hacia mí y me abraza.

—Ahora me toca a mí.

Ya ha pasado otra media hora y estamos listas abajo, recibiendo a la gente. Debo admitir que conozco a un 40% de los que están entrando a los gritos, levantando sus botellas de alcohol, y hasta hay uno que ha traído un carro con un barril enorme de cerveza. Esta fiesta va a terminar muy mal.

Junto a los populares está Álvaro. En el momento en que lo veo, puedo sentir mi corazón estrujarse. Hace dos días que nos habíamos separado y podría decir que me encuentro un poco mejor, y no por lo que pasó o no pasó, mejor dicho, con Aaron, sino porque tengo que aceptar que su decisión fue definitiva, al menos por ahora. Estar llorando por algo que no se va a remediar, por lo menos en unos meses, no tiene sentido. Sé que él tampoco quisiera que me sintiera mal, así que conversé con mi amiga, no India, sino mi almohada, y acordamos que tengo que mirar hacia delante y seguir, y esquivar todas las paredes posibles.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora