11. La verdad

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—¿Te enteraste de lo que sucedió? —me pregunta India mientras guardamos nuestras cosas en los casilleros.

—¿Qué es lo que debería saber ahora, India? —le respondo, frustrada—. Acabamos de salir de clase y lo único que hice fue asesinar a Aaron con la mirada.

—Y vaya que lo hiciste —dice, dándome una palmada en el hombro antes de ponerse seria—. Pero en serio, bestie, no te estás creyendo nada de lo que dice, ¿verdad?

Cerramos los casilleros y comenzamos a caminar por el pasillo con nuestras mochilas al hombro.

—¿Y si le creo? ¿Qué? —sigo mirando al frente, tratando de mantener la compostura.

India se detiene y me agarra del brazo, obligándome a parar.

—No, en serio, ¿le crees? —insiste, mirándome fijamente.

Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas, y antes de que pueda reaccionar, India me envuelve en un abrazo reconfortante, en medio de todos.

—No voy a dejar que tú, Ainhoa, te dejes humillar por un idiota como ese, ¿de acuerdo? —dice, apartándose un poco para mirarme—. Además, ¿te has visto? Eres hermosa. No necesitas la aprobación de nadie para saberlo.

—Ay... —me tapo la cara con ambas manos, tratando de contener las lágrimas.

—¿Qué pasa? —me pregunta, apartando mis manos de mi cara para verme mejor.

—Me haces llorar, idiota —respondo, riéndome a través de las lágrimas.

India me empuja juguetonamente y luego me rodea con su brazo por el cuello, comenzando a caminar hacia la clase de gimnasia. La escena es un poco cómica, considerando que soy bastante más alta que ella, lo que hace que tenga que caminar en puntas de pie, algo inestable, pero es tan gracioso que no puedo evitar reírme.

Al llegar al gimnasio, abrimos juntas la puerta vaivén, y la luz que entra es tan brillante que tengo que taparme los ojos por un momento. Es un espacio increíblemente iluminado, con ventanales amplios que dan al campo deportivo de la escuela y a la calle principal. India se entusiasma al ver la luz perfecta para un photoshoot para su Instagram. Este gimnasio en particular se utiliza para practicar básquetbol, y hoy toca clase mixta, lo cual es raro porque normalmente separan a chicos y chicas en cualquier deporte, salvo algunas excepciones que decida el profesor, y hoy es una de esas excepciones.

Mientras seguimos hablando de lo que sucedió en clase, noto que algunos chicos dejan de entrenar y de conversar para quedarse mirándome con una actitud que me incomoda. Miro a India, pero ella también parece desconcertada.

—Muchachos —dice India, aplaudiendo para llamar su atención—. Ya sabemos que somos lindas, pero no es para que se estén babeando de esa forma, ¿no les parece? —agrega, plantándose con las manos en la cintura en forma de taza.

No puedo evitar reírme y tomar a India del brazo para que se quede a mi lado. Los chicos comienzan a silbar y a lanzarle comentarios como: "Si quieres, salimos luego, linda", "No puedes estar con alguien como Zeke, mírate", "Te mereces algo como yo, bonita". India, sin perder la compostura, les muestra el dedo del medio y se ríe con ellos. Menos mal que Zeke no está aquí, porque si lo estuviera, seguro que se pondría muy mal.

Al llegar al vestuario, empezamos a cambiarnos para ponernos el uniforme adecuado. Nos ponemos las típicas camisetas de básquetbol con unas bermudas anchas y zapatillas deportivas. A diferencia de India, este atuendo no me favorece en absoluto, pero como solo tengo que usarlo una vez a la semana, no puedo quejarme.

—India —la llamo de repente mientras me ato el pelo. Ella, con una pierna apoyada en el banco, se está atando los cordones.

—¿Qué ibas a decirme que tenía que enterarme? —India se sienta en el banco con las piernas abiertas—. ¿Viste cómo me miraban los chicos?

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora