12. Sentimientos

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ALVARO

Las lágrimas brotaban de mis ojos sin parar. Sé que he descuidado un poco a Ainhoa, pero ¿tanto como para que se enamore de alguien más?

No seas extremista, Álvaro.

Bueno, es cierto, no se ha enamorado.

Eso espero.

Pero está claro que siente algo por alguien más, y no soy el único que lo nota. Toda la escuela se ha dado cuenta. Es tan obvio que me duele que ni siquiera pueda disimularlo frente a mí.

No es por ser arrogante, pero tengo muchas chicas interesadas en mí. No voy a mentir, me doy cuenta, pero jamás me he fijado en nadie más que en ella porque... solo tengo ojos para Ainhoa. Para su cabello rubio y lacio, para sus ojos oscuros que parecen abismos en los que puedes perderte. Su cuerpo... Dios, su cuerpo es algo que necesito a mi lado todo el tiempo. No es solo por el deseo, es que necesito tenerla cerca, tocarla, sentir su piel suave, olerla. Su manera de estar absorta en su mundo, eso fue lo que me atrajo desde el principio. Es tan perfecta, y ni siquiera lo sabe. Eso la hace aún más interesante.

Y, sin embargo, aquí estoy, llorando mientras salgo de la escuela con la poca dignidad que me queda después del papelón que hice allí dentro. Hace unos meses, o casi un año, comencé a ir al psicólogo. Me dijo que tengo un problema de ira o impulsividad, algo así, la verdad es que no recuerdo los términos exactos. No me tratan con psiquiatra porque no está diagnosticado, pero me dijeron que debía respirar, pensar y tratar de manejar mejor situaciones como esta.

Salgo de la escuela a paso acelerado y me detengo en seco cuando siento el aire fresco en mi cara. Cierro los ojos y trato de concentrarme en mi interior, respirando profundamente, inhalando y exhalando una y otra vez. Crujo el cuello de un lado a otro y me agarro las manos, tratando de calmarme. Es entonces cuando siento un dolor en los nudillos y recuerdo el puñetazo que le di a Aaron en la cara. Mi mano está cubierta de sangre.

Siempre me dio mala espina ese chico. Al principio intenté ser amable porque era el nuevo y lo veía cerca de Ainhoa. Quise ser una buena persona, pero no soy estúpido; sé que está enamorado de ella hasta la médula. Y eso la confunde a ella, así que, para mí, él es el enemigo.

Siento que alguien me toca el hombro por detrás, y en un segundo me aparto, sin ganas de lidiar con nadie ahora mismo. Me doy vuelta y veo a Zeke tendiéndome una gasa para vendarme la mano.

—Gracias —le digo en un tono bajo.

—No tienes que agradecer —se encoge de hombros.

Empiezo a vendarme la mano, y el silencio nos envuelve, ya que todos los demás están en clase. A Zeke no le afecta faltar, ya que es probablemente el peor estudiante de la escuela, pero a mí sí. Como capitán del equipo, se me exige asistir a todas las clases y mantener un promedio alto. Y ni hablar de mis padres, que me presionan para que me vaya bien en la escuela, porque de lo contrario, según ellos, no seré nadie en la vida. No hay presión, para nada.

Zeke suspira fuerte y mueve la cabeza, señalando hacia un banco cerca de la entrada de la escuela, casi llegando a la calle.

Una vez sentados, Zeke toma la iniciativa y habla primero.

—¿Estás bien? —pone su mano en mi hombro.

Yo pongo mi mano encima de la suya.

—No lo sé, hermano —lo suelto y lo miro—. ¿Tú qué piensas?

—Yo creo que Ainhoa está enamorada de ti —dice con convicción.

Siento un nudo en la garganta, apenas puedo tragar saliva.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora