31. Lo juro Aaron

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Estoy con los ojos tapados por las enormes manos de Aaron. Me ha hecho dar tantas vueltas que ya estoy completamente desorientada. No sé si lo hace a propósito o si realmente es tan largo el camino hasta donde quiere llevarme.

—Ya me estoy cansando de caminar —me quejo.

—No puedes ser tan floja.

—Claro que puedo, especialmente cuando siento que hemos caminado como veinte cuadras.

—Estás completamente perdida —dice, y escucho su risa ronca junto a mi oído.

—Aleja tu boca de mi oreja o morirás —amenazo en broma.

Sin destaparme los ojos, me gira rápidamente para que no pueda ver nada a mi alrededor, pero me deja ver lo único que llena mi campo de visión: su hermoso rostro.

—¿Te pongo nerviosa? —susurra en mi oído de nuevo.

—No me mueves ni un pelo —le respondo, aunque es mentira, porque una corriente eléctrica me recorre todo el cuerpo.

—Mmm... —murmura, y no puedo evitar morderme el labio—. Me gusta cuando te haces la difícil, pero todos sabemos que te gusto.

—Puede ser —le susurro al oído—, pero el que está rendido a mis pies eres tú.

Nos miramos a los ojos y sonreímos.

¿Alguna vez te ha pasado quedarte en silencio, sonriendo con alguien, y que ese silencio no sea incómodo, sino más bien... que se sienta como complicidad?

Siento que estoy experimentando eso ahora mismo, y nunca antes me había pasado. Esa sensación de calidez, de seguridad con la persona que tienes delante, sentir que no hay ruido, que solo se escuchan su voz y la tuya, nada más. Tal vez algún aroma, pero no es el de los árboles o las flores del parque; es el de su perfume o el mío, mezclándose y convirtiéndose en uno solo. Mariposas en el estómago, eso es lo que siento cuando estoy frente a Aaron. Y mi abuela tenía razón, es cierto que sucede, pero solo sucede cuando el amor es más que verdadero. Sin menospreciar las relaciones pasadas, porque hablando personalmente de mí, amé muchísimo a Álvaro, pero lo que siento con Aaron es... ni siquiera sé cómo explicarlo. Siento que es explosivo, que en cualquier momento puede terminar, que tengo que vivirlo con mucha intensidad porque podría escaparse de mis manos. Con Aaron, nunca se sabe lo que puede pasar, pero estoy dispuesta a quedarme hasta el final; por eso sé que estoy en el lugar correcto.

—Ainhoa... —dice mientras pasa su mano por mi cara.

—Sí —digo, enfocando mi vista en sus ojos.

—¿Te perdiste en tus pensamientos? Estaba hablando solo.

—Perdón, es que... estoy feliz.

—¿Y cuál es el motivo? —me da un suave beso en la nariz.

—No lo sé —miro al suelo, un poco nerviosa—. Esto —digo señalándonos—, me hace feliz.

El rostro de Aaron cambia como si hubiera dicho algo incorrecto. Se queda mirándome serio, y noto que está nervioso; traga saliva y veo cómo su nuez se mueve.

Esto me hace sentir pesada e insegura al instante. Probablemente me apresuré al decirle esto, ya que llevamos poco tiempo y ni siquiera sé mucho de él, salvo lo que él quiere contarme, lo que me permite saber.

—Me pasé, perdón.

—No... no, disculpa —toma mis manos y las besa—. Yo también estoy feliz de estar contigo, solo que esto es algo nuevo y me asusta arruinarlo.

—¿Otra vez con eso? —dejo que una pizca de enojo se cuele en mis palabras.

—¿Qué cosa? —me mira confundido.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora