AINHOA
Me encuentro entre sus brazos, sin comprender del todo lo que está sucediendo. La única certeza que tengo es que Aaron no está bien, y nunca imaginé que vería a este chico, con una coraza tan impenetrable, abrirse así ante mí.
Siento su respiración entrecortada, mezclándose con los sollozos que escapan de su cuerpo. Creo que hasta yo estoy a punto de llorar.
Su pulgar acaricia suavemente mi nuca mientras me presiona más contra su pecho, como si quisiera asegurarse de que no me alejaré jamás.
Me separo lentamente de él y lo miro a los ojos. Toco su mejilla con una mano y la acaricio con suavidad. Trato de transmitirle con ese gesto que estoy aquí para él, porque con palabras nunca sabría cómo decírselo.
Él me sonríe de medio lado y se recompone como si nada hubiera pasado, aunque siento de golpe la distancia que pone con su mirada. Deshace el abrazo y mira detrás de mí, hacia la puerta que se mueve con el viento de la tormenta, haciendo un rechinido molesto. Quizás sea una señal de que deberíamos entrar, o simplemente debería decirle a mi madre que es hora de aceitar la puerta.
—¿Quieres pasar? —digo algo nerviosa.
—Solo por un momento —dice encogiéndose de hombros, y se dirige hacia la puerta.
Yo sabía que mentía. Tenía un bolso bastante lleno como para pensar que solo vino a quedarse un momento, o tal vez se va de viaje y vino a despedirse de mí.
Él es el primero en entrar en mi casa, y aunque ya había estado aquí antes, revisando todo mi cuarto, me pongo nerviosa como si fuera la primera vez. Además, hoy, a diferencia de aquella vez, está mi madre en casa, y eso no me hace sentir precisamente cómoda.
Aaron parece moverse en cámara lenta, observando cada rincón de mi casa como si nunca hubiera estado aquí. Se fija en los detalles de cada cosa mientras deja su mochila en la entrada y se frota los brazos para calmar el frío.
Mi madre lo ve desde la cocina y se acerca rápidamente.
—Hola, querido —le tiende la mano—. Un gusto.
—Un gusto, señora Williams —responde estrechándole la mano—. Aaron.
—Qué bonito nombre —dice ella, guiñándome un ojo.
No puedo evitar fulminar a mi madre con la mirada y hacerle una seña para que se retire inmediatamente. Dios, siento mis mejillas enrojecer.
Puedo notar que Aaron se ríe por lo bajo.
—Oh, antes de irme —mi madre retrocede—, ¿por qué no te quitas la chaqueta, Aaron? Así la pongo a secar.
—Eh...sí, claro —se la quita y se la entrega a mi madre.
Ella se retira, y nosotros nos quedamos en la entrada de la casa.
—¿Quieres tomar algo?
—Así estoy bien —sonríe de medio lado.
—Podemos subir a mi habitación si quieres —digo sin más.
Él me mira con las cejas levantadas y pestañeando más rápido de lo habitual. Parece nervioso.
—Claro.
Me costó un momento entender que había asentido. Me quedo mirándolo como una tonta durante unos largos cinco segundos hasta que mis piernas finalmente reaccionan y empiezo a subir las escaleras hacia mi habitación.
Ambos estamos en silencio mientras subimos. Solo se escucha el sonido de nuestras respiraciones y, de vez en cuando, el secador de pelo que usamos para secarnos después de la lluvia.
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Pude haber sido yo
Teen FictionAinhoa ha logrado superar un pasado doloroso y actualmente disfruta de una vida feliz con amigos, un novio que la ama y excelentes notas en la escuela. Pero todo cambia con la llegada de un nuevo alumno en North Hill, Aaron, cuya presencia despierta...