25. Insomnio

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AINHOA

Llevo más de dos horas con los ojos cerrados, sin poder dormir. Me doy vueltas en la cama, me arropo y me destapo con la sábana una y otra vez. Hasta fui a la habitación de mi madre a buscar otra almohada, pensando que quizás la mía es demasiado incómoda, pero nada parece funcionar. Hace tres días que estoy así, tres días sin saber nada de Aaron. Después de endulzarme el oído y darme a entender que quería intentarlo conmigo, desapareció. Era de esperar, no debería haberme hecho ilusiones, pero ¿cómo no hacerlo si... me gusta un poco?

Ya lo admití en mi mente, e incluso lo he dicho en voz alta, mirándome al espejo: Aaron me gusta, y ya no puedo engañarme. Ese juego de fingir que nos odiamos, para mí, ya terminó. No puedo negar que sigue siendo un capullo que no sabe lo que quiere, pero no se elige de quién sentirse atraído; simplemente pasa.

Me habría encantado que me llamara para invitarme a salir o algo, pero no lo hizo, y eso me ha dejado desvelada cada noche. En la escuela me saluda de manera normal, pero no se acerca a hablar conmigo ni nada por el estilo. No me muero por hablar con él, solo quiero que las cosas estén claras. No me gusta esta incertidumbre ni la ansiedad de no saber qué va a pasar. Sé que la ansiedad es algo mío, pero me vendría bien que este idiota me ayudara un poco más y se decidiera de una vez. Creo que ya dejé claro lo que quiero: o se arriesga o adiós, Ainhoa.

Me levanto de la cama y me dirijo al sillón junto al enorme ventanal de mi habitación, justo al lado de la biblioteca. Es mi lugar favorito para leer o, como ahora, para sentarme con los ojos cerrados y dejar que el sol de la mañana me dé en la cara.

Hoy, cuando me desperté, lo primero que me vino a la cabeza, además de Aaron, fue que hace meses que no voy al psicólogo. Solo fui después del incidente en el túnel, fuera de la casa de Logan, en esa fiesta que nadie olvida. Yo tampoco puedo olvidarla porque fue el peor día de mi vida. No recordar todo lo que pasó me hace sentir aún peor. En ese momento, entraba en crisis, con ataques de pánico y ansiedad. Aunque ahora lo manejo mejor y estuve medicada un tiempo, la psiquiatra ya me dio el alta definitiva. Lo que no debería haber dejado es de ir al psicólogo, pero simplemente ya no quería hablar más del tema sin poder dar detalles de lo que me pasó, porque no puedo recordar. El psicólogo siempre me decía que los recuerdos vendrán por sí solos, que no se puede forzar a alguien con amnesia disociativa haciéndole mil preguntas o presionándolo. Esa insistencia fue lo que me empujó a dejar de ir y a no hablar del tema nunca más. Ni con Álvaro lo hablé mucho... Bueno, algunas veces, porque sé que, aunque no recuerdo todo, él estuvo a mi lado cada día en el hospital. Zeke e India también estuvieron allí para mí. Es algo que nos afectó a todos, y aunque algunas personas en la escuela se enteraron, Álvaro no permitía que nadie hablara de ello cuando yo estaba presente. A veces pienso que debería volver a terapia y retomar el tema, porque aunque puedo decir que estoy bien en un 70%, todos tenemos problemas que, si los dejamos pasar, se convierten en algo más grande y peor.

Estoy con el celular en la mano, en el chat de mi psicólogo. Son las seis de la mañana, y no sé si debería llamarlo o enviarle un mensaje diciendo que quiero retomar la terapia. Llevo unos diez minutos mirando la pantalla, escribiendo y borrando mensajes, a punto de presionar el botón de llamar. Pero antes de que pueda hacer nada, el teléfono vibra y, sin querer, lo dejo caer.

—Mierda.

Me bajo del sillón junto al ventanal y recojo el teléfono del suelo, sin atreverme a darle la vuelta. Cuando lo hago, veo que está intacto. Abro los mensajes y veo uno sin leer, el mensaje que quizás he estado esperando por un tiempo. Me dejo caer de espaldas en la cama y me quedo mirando el mensaje:

Álvaro

¿Cómo te encuentras?

Hace muchísimo que no hablo con él. Desde el día en que me dejó en casa después de la fiesta, no sé absolutamente nada de su vida. Creo que, en parte, eso está bien. Ya no somos novios, pero espero que en el futuro podamos ser al menos amigos, porque es alguien a quien quiero mucho y siempre estuvo para mí.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora