23. Feria

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AARON

No puedo ni explicar el alivio que siento en este momento.

Hace menos de una hora, estuve con Álvaro en el baño de la escuela en medio de un conflicto que no sabía si escapar o arriesgarme, y opté por la segunda opción. Me arriesgué y le conté todo lo de esa noche, o bueno, lo que tenía que saber.

La noche que abusaron de Ainhoa es un día que jamás voy a olvidar, y que yo haya estado allí para salvarla de pura casualidad me hace pensar en qué habría pasado si no estuviera allí, y no hay nada que me angustie más en el mundo que eso.

Es algo que hablo con mi psicólogo hace años, si esta cercanía con ella es solo un capricho para joderle la vida a mi gusto como suelo hacer con todas las personas, o si estoy teniendo un problema para superar lo que pasó y querer seguir cuidándola como hice esa noche.

Álvaro no podía creer lo que le contaba. Minutos antes de que sonara el timbre, le pedí que por favor me escuchara atentamente antes de sacar conclusiones precipitadas. Nos sentamos en unos asientos que hay en el baño, apenas al ingresar al sector de los lavabos. Una vez que pude decir esas cinco palabras que salieron de mi boca, no pude parar de contarle todo lo que me atormentaba.

— Yo le salvé la vida.

Al principio no lo creía, y es más, quiso golpearme entre lágrimas que podía ver en sus ojos, pero hasta yo pude conmocionarme con la situación y ahí se dio cuenta de que no estaba jugando, y que jamás podría jugar con algo así.

Una vez que terminé de contarle todo, podía sentir mi cuerpo muy nervioso, mi pierna no paraba de temblar, y tenía las manos agarradas entre ellas para tratar de calmarme. Aunque estaba más relajado mentalmente, recordar todo y poder abrirme, ya que nunca se lo conté a nadie, es algo que me pone muy ansioso y nervioso. Álvaro me vio y colocó su mano sobre mi pierna. Yo lo interpreté como un apoyo de parte de él. Lo único que hizo fue eso, apoyó su mano en mi pierna y le dio una palmada antes de mirarme y salir por la puerta del baño.

Perdimos la última hora de clases y tuvimos interrupciones ya que el timbre había sonado y la gente de la escuela entraba al baño una y mil veces. Cuando volvió a sonar el último timbre para la última clase, la conversación siguió fluyendo y no me detuvo. Dejó que hablara hasta el final, y no creo que lo haya hecho por mí, sino por él.

Al parecer él no sabe mucho de ese día y sé que Ainhoa tampoco.

Es un shock para todos, pero más para ella, y saber que no recuerda nada es algo que me come la cabeza hace muchísimo tiempo.

Y lo peor y mejor de todo es que ingresar a esta escuela y verla, fue algo que me desestabilizó totalmente. Fue casualidad o causalidad, no lo sé, pero acá estoy, compartiendo la relación que sea que comparto con ella, pero cerca de ella.

AINHOA

— ¿Ya hablaste con él? — le pregunto a India.

Decidimos salir de la escuela e ir al parque de diversiones. India no es muy fan de los juegos extremos como yo, solo una vez le insistí tanto para subirse al famoso Zamba que comenzó a gritar y a revolear los brazos para que pararan el juego y pudiera bajarse. Estaba roja como un tomate de la vergüenza o, ahora que lo pienso, no sé si también eran sus ganas de vomitar, que terminó haciendo. Al menos pudo llegar al baño que en ese momento se encontraba sin fila. Eso me contó ella cinco minutos después cuando bajé del juego. Yo me quedé dando vueltas hasta que terminó el Zamba y hasta el día de hoy me reclama que soy mala amiga por dejarla sola.

Este parque es más bien una feria, de esas que tienen juegos de kermés y venden algodón de azúcar.

La escuela hace esto todos los años para recaudar fondos para una fundación de niños desamparados para poder brindarles todo lo que les haga falta, ya sea ropa, comida, colchones, etc. Al menos North Hill sí tiene algunas cosas buenas y nobles.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora