26. Colapso

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AARON

—Sí, está bajo mi cuidado —le digo al oficial por teléfono.

—Ya no tendrá que hacerlo, está todo en orden, solo faltaría la declaración.

—Obviamente no admitirán nada.

—Para eso te tenemos a ti, y bueno... a ella.

—No pienso exponerla, sabes que...

—Es un proceso, lo sé —me interrumpe—. Pero hay que hacerlo.

Estoy a punto de negarme nuevamente cuando oigo un ruido extraño afuera, lo que me deja paralizado por un segundo.

—Te llamo luego, Kal.

Le cuelgo sin más. Me dirijo rápidamente a la puerta, y cuando miro fuera del salón, no hay nadie. Estoy seguro de que escuché un golpe o algún ruido extraño.

Al mirar a mi alrededor y ver que no hay nadie, me relajo un poco. Quizás estoy paranoico, lo cual es posible. Cierro la puerta del salón detrás de mí y me debato si ir a la otra clase o ir a ver a Kal.

Claramente elijo la segunda opción.

***

AINHOA

Me encuentro en el baño, sentada en el inodoro con la puerta cerrada, hecha una bolita, apretando mis piernas contra mi pecho. No puedo parar de llorar y ni siquiera sé por qué. Aunque suelo tener estas angustias repentinas, lo de ahora es diferente. Entiendo y soy consciente de que me duele lo que hace Aaron, y ya me cansé de esperar algo que al parecer él no siente. No quiere nada conmigo; solo tiene impulsos o está aburrido y, como sabe que me gusta porque soy una idiota y se me nota, se aprovecha.

¿Por qué no va a buscar a otra chica y me deja en paz? Como si le costara conseguir a otras, toda la escuela está detrás de él. Además, esa conversación que tuvo con un policía me asustó mucho. La palabra "policía" me asusta porque soy consciente de que yo debería haber hablado con la policía alguna vez y jamás lo hice. Podría haber iniciado una denuncia y no lo hice, todo por miedo, porque siento que no me van a creer, que la justicia no va a hacer nada y que la mujer, en este caso yo, va a perder, como siempre. No me siento lista para vivir una situación de presión así; incluso dejé de ir al psicólogo por eso mismo, porque me sentía presionada, y no porque él lo hiciera, sino porque yo me presionaba por recordar algo que no puedo, que mi mente bloquea porque puede ser un recuerdo tan doloroso que me dejaría en depresión. Y prefiero vivir y superar eso, espero, a no saber qué me pasó exactamente. Porque lo peor de todo es que estas angustias son producto de esto, y lo sé. Me siento sucia sin saber qué pasó, me siento tocada por manos que jamás quise que me tocaran, me siento abusada, aunque quizás no fue así. Aunque los médicos me dijeron que todos mis moretones y la ropa rasgada daban el claro indicio de que sí había sido abusada.

Pensar en esto hace que mi pecho se cierre y mi vista se nuble. Siento un cosquilleo por todo el cuerpo y sé que se me va a desencadenar un ataque de pánico, pero no quiero que suceda, y eso me pone peor. Trato de respirar, contando hasta tres, sostener, y luego soltar en tres segundos, pero nada funciona. Me apoyo en las paredes con las manos porque siento que se me vienen encima. Me suda la frente y todo el cuerpo, y cuando me toco, la siento fría.

Mierda.

Agarro mi celular de la mochila como puedo e intento marcar un número, pero se me hace imposible. Siento que voy a desmayarme, que voy a perder el conocimiento en segundos. Sigo ahogándome y decido salir del baño e ir a los lavabos para mojarme un poco la cara, y contar, contar y contar. Pero nada sirve. Comienzo a llorar nuevamente, ya me estoy desesperando. Todos están en clase y nadie puede venir a socorrerme, y tampoco intento llamar otra vez porque no quiero molestar. No quiero ser una carga para alguien, sentir que están a mi lado porque lo necesito y no genuinamente, o que los estoy usando para mi tranquilidad.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora