1. El comienzo

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—¡Hijo!

Escucho esa voz aguda y molesta a través de mis sueños.

—Si no bajas a desayunar en 5 minutos, voy a arrastrarte de los pelos fuera de este cuarto. ¿Lo oíste? —grita su madre, dando un último golpe a la puerta de la habitación.

Me escondo debajo de la almohada, intentando retomar el sueño. El sol, filtrándose por la ventana, me quema levemente los brazos, recordándome que ha comenzado un nuevo día. Levanto la cabeza y frunzo el ceño al sentir los rayos del sol en mi rostro y las lagañas impidiendome abrir bien los ojos. Hago lo posible para abrirlos por completo y noto que el techo es de un color distinto al de mi habitacion, lo que enciende todas mis alarmas. Me incorporo de golpe y me encuentro en un cuarto desordenado, con ropa esparcida por todos lados. No hay duda, este no es mi cuarto; no podría permitirme tenerlo así, soy excesivamente ordenada, por desgracia. Un aroma familiar, ese perfume que tanto me gusta, me envuelve y hace que mi corazón se estremezca. Miro a mi lado y veo a la persona más maravillosa del universo, Álvaro, durmiendo con el torso al descubierto, en boxers blancos, con la sábana justo por debajo de él y su mano descansando bajo la cabeza.

Creo que se me va a caer la baba.

No puedo creer que lleve más de un año de novia con un chico así y, que no solo sea belleza exterior si no tambien interior.

Estoy a punto de despertarlo a besos, pero luego recobro la razón.

—¡Álvaro! —lo sacudo para despertarlo.

—Mmh —se queja mientras intenta acomodarse nuevamente en la cama.

—Cariño, por favor, si tu mamá descubre que estoy aquí, nos va a matar a ambos.

Empiezo a levantarme de la cama y me pongo la falda que llevaba puesta ayer.

—¡¿Ya es de mañana?! —exclama, sobresaltado.

Salta de la cama de un brinco, vistiéndose los pantalones a toda prisa, mientras yo no puedo evitar admirar el tatuaje de dragón en su brazo derecho.

—Eso es lo que intento decirte, ¿me estás escuchando o qué?

Le lanzo su camiseta, que estaba en el suelo.

—Vas a tener que salir por allí —señala hacia la ventana.

Miro hacia atrás y, definitivamente, no voy a saltar por ahí.

¿No es el hombre quien siempre sale por la ventana para escapar?

No estamos en una novela, Ainhoa.

—Shhh.

—¿Qué pasa? —pregunta Álvaro.

Claro, siempre hablando conmigo misma en voz alta.

—No tengo ganas de salir por la ventana, amor —termino de ponerme la camiseta.

—¿Ah, no? Vas a tener que hacerlo —iba a responder, pero su mirada me lo impide.

Álvaro se acerca lentamente, con su torso desnudo, dejándome disfrutar de su figura bañada por la luz del sol. No está extremadamente musculoso, pero sí en forma, y sus brazos son impresionantes. Se para frente a mí y me toma por la nuca, forzándome a mirarlo a los ojos. Roza mis labios con los suyos, pero no me besa, y yo muero por ese beso.

—Bueno —digo entre sus labios—, me iré por esa ventana solo si...

Se acerca y besa mi cuello.

—Aléjate, por favor.

Sonríe y se aparta de mí.

—Me voy, solo para evitar que tu madre te regañe como a una niña, si te dejo alguna marca.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora