21. Decisión

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AINHOA

Ver a Aaron en la puerta de mi casa es lo último que esperaba. No estoy segura de estar lista para enfrentar la situación en la que mi exnovio me deja en la puerta de mi casa, se enfada, y ahora tengo que ver al chico con el que casi me beso ayer y por el cual Álvaro me dejó.

Estás metida en un lío.

No me digas.

Suspiro antes de empezar a caminar hacia él. Aaron me mira con las manos en los bolsillos, llevando la misma ropa que tenía hace unas horas en la fiesta.

¿Se quedó toda la noche aquí?

O quizá no se duchó y decidió venir así.

Carraspea cuando me detengo a un metro de él.

—Perdón que te moleste tan temprano.

—No me molestas, pero nos vimos hace unas horas —sonrío tímidamente—. ¿Qué sucede?

Aaron suspira y se rasca la nuca. Lo veo dudar mil veces antes de hablar, mirando a los lados, buscando cualquier cosa con la que entretenerse antes de decir lo que vino a decir.

Noto su mano vendada, y cuando lo vi en la fiesta no estaba tan lastimado. A menos que...

Entonces, recuerdo. Álvaro también tenía el ojo lastimado, y nunca le pregunté qué le había pasado. Estaba tan preocupada por lo que iba a decirme y por irme de allí que ni se me pasó por la cabeza.

—¿Le pegaste a Álvaro? —pregunto, molesta, antes de que Aaron tenga tiempo de decir algo.

—Eso no importa —responde, tocando instantáneamente su mano vendada.

—Tú eres... —camino de un lado a otro, pensando en qué decir—. No puedes ir por la vida golpeando a las personas, Aaron.

—Discúlpame por defenderte, Ainhoa. Es solo que...

Suspira, y noto cómo se le marca la mandíbula. Se ve cabreado, pero no dice nada más.

No es que no "valore" que me haya defendido, pero odio la violencia, me trae recuerdos... Además, siempre he pensado que es mejor hablar las cosas que solucionarlas a los puñetazos.

—Si no vas a hablar, con permiso —intento pasar por su lado, pero él me detiene, agarrándome del brazo.

—¿Por qué estás molesta?

Frunzo el ceño, mirándolo confundida.

—¿Eh?

—¿Por qué estás molesta?

—Aaron —hago una pausa para pensar bien mis palabras—, no estoy molesta. Solo me duele la cabeza, y mi único deseo es irme a dormir y olvidarme de que esta noche ocurrió.

—¿De todo?

—¿De todo qué?

—¿Olvidarte de todo lo que ocurrió en la fiesta? —se acerca lentamente, con su famosa sonrisa arrogante.

—Bueno, yo... no sé qué...

Mierda, Ainhoa, ahora te trabas.

—¿Qué ocurre?

Está a un centímetro de mi boca, alternando su mirada entre mis ojos y mis labios una y otra vez.

—Me estás volviendo loca, ¿sabes? —digo ya frustrada.

—Y tú a mí, rubia.

Me toma por detrás de la nuca, sin darme tiempo a reaccionar, y pega sus labios a los míos. Creo que durante unos milisegundos me quedé con los ojos abiertos, sin poder creer lo que estaba sucediendo.

Pude haber sido yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora