Capítulo 34.

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Libro: Alicia En El País De Las Maravillas.

"¿Cuánto tiempo es para siempre? A veces apenas un segundo."

Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

Eso es lo que los oídos de la pelinegra escuchaban, no había otro sonido, solo ese, se quedó en silencio unos momentos más, quería percibir si acaso había otro, pero al parecer no había otro.

Tic-tac, tic-tac...

Seguía el reloj marcando los segundos, Juliana no los contaba solo escuchaba, de un lado a otro en su cama, pues no lograba dormir, suspiro frustrada y tapándose las cobijas hasta cubrirse el rostro por completo, juraría que sí escuchaba marcarse de nueva cuenta otro segundo, lanzaría el reloj por la ventana.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac...

Soltó un bufido y finalmente se sentó en la cama y agarro el reloj negro, era de cuerdas, no planeaba usarlo, Valentina le había dicho que a veces cuando no tenías mucho sueño llegaba a ser fastidioso cuando se marcaban los segundos, y vaya que tenía razón.

Miro la hora, dos de la mañana, Juliana no sabía si decir si era o muy temprano o demasiado tarde, pero lo que si sabía era que tenía un antojo por algo de comida.

Dejo de nuevo el reloj y se dispuso a caminar hacia la puerta de la habitación, estaba oscuro y no quería encender las luces, miro hacia la cama de Valentina en dónde se encontraba el peluche Teddy, Juliana pensó que le estaba sonriendo. Lo agarro y con el peluche en sus manos salió de la habitación para dirigirse a la cocina.

Ese día había regresado algo tarde a su apartamento, eran las cero horas cuando había entrado y no se sentía cansada, había incluso revisado los libros de la estantería agarrando uno por uno y revisando las citas literarias que Valentina había marcado con un post-it.

Valentina no era de las que les encantará rayar sus libros con marca textos, o incluso subrayarlos con lápiz, ella prefería pegarles post-it, pero no ponía muchos, casi cada libro tenía menos de cinco, lo que Juliana no comprendía, si a veces cuando ella leía encontraba algunas frases que en verdad le gustaban.

Y de hecho le había preguntado la razón del porque no estaban sus libros llenos de post-it.

"No me gustan, prefiero solo ponerlos cuando yo crea necesario, además solo marco en los libros las frases que sé que no se me olvidarán."

—A veces eres todo un misterio Val —Juliana abrió el refrigerador.

Había comida, pero el problema era que a Juliana no le apetecía nada de lo que se encontraba allí dentro, pero después de dar una revisada con la mirada, decidió que lo mejor era agarrar un poco de la pizza que había ordenado en la tarde y que había guardado para poder ir a leer para Valentina.

—¿Debería calentarla? —suspiro—. No, así está bien.

Por la mente de Juliana pasaron unas palabras que una vez le había dicho Valentina.

"Juls, no seas floja, eso déjamelo a mí."

Juliana no pudo evitar reírse cuando recordó aquello, y es que esa vez se sentía tan agotada que ni quería pararse a encender la televisión, es más pensaba que hasta parpadear era un laborioso trabajo, y claro Valentina todo el tiempo trato de animarla diciéndole muchas actividades que podían hacer juntas y sin mucho esfuerzo, porque ella también estaba cansada.

—Está bien Val, te dejaré la flojera a ti, solo por hoy.

Coloco la rebanada de pizza en un plato y después encendió el microondas, coloco el tiempo y espero hasta que estuviera lista.

Cuando ya estuvo lista se fue directo a la estancia, se sentó en el sofá coloco el peluche a un lado de ella y sobre la mesa de centro el plato con la pizza.

En la mesa de centro se encontraba el libro que había ido a leer para Valentina, apenas y había avanzado unas páginas, lo cierto era que Juliana trataba de leer más lento en cuanto a libros cortos se tratase. Juliana lo observo por unos segundos y después lo agarro, se levantó y camino hacia la ventana que se encontraba en la cocina.

La luz de la brillante luna era la necesaria para poder leer de nueva cuenta la nota escrita por la chica de cabellos rubios que dormía plácidamente en el hospital.

"Juls, algún día me volveré loca, más bien tus ronquidos me volverán loca, pero ¿sabes el por qué me gustan? Porque me hacen saber que estás viva y que estás conmigo, que estamos juntas."

—Me las pagarás por escribir que ronco —sonrío—. Pero me gusta que escribas que estamos juntas, es muy lindo —cerro el libro.

Cuando amaneciera iría temprano a leer otro poco del libro para Valentina.

Mi Bella Durmiente |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora