Capítulo 37.

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Libro: Matilda.

"Tiene que ser muy inteligente para encontrarle aplicación a algo que no vale nada... A mí me encantaría poder hacerlo."


—¡Vuelve aquí Holly! —grito Isabella mientras aún seguía correteando a la pequeña perrita por todo el parque.

Juliana iba detrás de ella, pero se detuvo agotada de correr, llevaban quince minutos persiguiendo a la mascota de Isabella, ¿razón? Por alguna razón se había desatado de su correa, ni siquiera ambas chicas podían explicarse por qué paso aquello.

No estaba en los planes de Juliana estar con Isabella paseando a su mascota, y es que Isabella le pidió que la acompañara para poder platicar un rato. La pelinegra había recibido una llamada después de haber concluido con su visita en el hospital.

—¡Isabella, no está allí!

Juliana corrió hacia el árbol en dónde se encontraba Isabella buscando a la pequeña perrita.

—¡Holly! —Isabella grito lo más fuerte que pudo. En verdad que se sentía cansada.

—Aún no me explico cómo es que se soltó.

—Seguramente está rota la correa —Isabella comenzó a ver la correa con más detalle—. Efectivamente está rota... un segundo, parece que la estuvo mordiendo.

Juliana suspiro cansada.

—¿No te habías dado cuenta cuando se la colocaste?

—No, supongo que cuando descansamos en aquella banca se puso a morderla más —suspiro—. Debo vigilar a esa criaturita, es algo problemática.

—Dejemos esto, vamos a buscarla antes de que cierren el parque —Juliana comenzó a caminar y buscar con la mirada.

Isabella asintió a pesar de que sabía que Juliana ya no la miraba y comenzó de igual forma a buscar a la perrita. A Isabella le gustaba ir al parque por las tardes y pasear a Holly por todo el lugar, pero nunca pensó que un día se escaparía para vagar libremente y ella tuviera que buscarlo, usualmente el perro no se escapaba y siempre iba con Isabella como si de un hijo siguiendo a su madre se tratará, pero esta vez sí se había escapado.

—¡Holly! —gritaba Juliana para que su mascota la escuchará.

—Es inútil —dijo Isabella buscando a la perrita con la mirada—. No se ve por ninguna parte.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Treinta minutos, ¡vaya Holly sí que sabe esconderse!

Juliana asintió en respuesta y camino otro poco para seguir buscando, en cambio Isabella miro hacia Juliana que de nueva cuenta seguía gritando el nombre de su mascota para ver si acaso aparecía o corría de entre los arbustos para volver a esconderse, pero no había ningún movimiento.

—¡Juliana, ayúdame... que no podré sola buscar a Holly!

—Ya voy...

Algo tenía que admitir Juliana y es que Isabella se proponía muy bien buscar a la pequeña perrita lo más pronto posible antes de que anocheciera, Isabella siempre se esforzaba en muchas cosas, inclusive en pequeños detalles, aunque a veces no lo pareciera.

—¡Allí está! —grito Isabella corriendo hacia unos arbustos.

Juliana dejo de buscar detrás de un árbol y fue corriendo hacia su amiga quien estaba sentada en forma de loto frente a los arbustos, llamaba a la perrita, pero esta no quería salir, cada que Isabella quería acercar su mano Holly se apartaba y movía la cola, estaba jugando, pero Isabella no se sentía con mucho ánimo, lo que quería era que su pequeña mascota estuviera quieta para que así fueran a casa.

—Holly, ven vamos a casa —la perrita de nueva cuenta salió corriendo de los arbustos, y de nuevo perdiéndose de la vista de las chicas, ambas suspiraron cansadas.

Juliana miro el semblante de su amiga, se veía preocupada y triste.

—¿Bela?

—Esto es inútil, no me hace caso, y ya está a pocos minutos de anochecer —miro a Juliana—. ¿Qué haré si no la encontramos? ¿Qué haré si en verdad se pierde? ¡No quiero que eso pase! No quiero que este aquí con frío y hambre por mi culpa de no encontrarla.

—Bela, tranquilízate lo encontraremos.

—¿Y si no lo hacemos? —Isabella bajo la mirada—. ¡Holly! ¡Esto ya no es divertido!

—Vamos Isabella, lo encontraremos juntas, levántate y vamos a buscarlo.

Pero la chica aún seguía en su lugar sin prestarle atención a su amiga, Juliana vio que algunas lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Isabella y Juliana esta vez se preocupó, no debía llorar.

—Holly... —sollozo.

Juliana estaba a punto de acercarse para consolar a su amiga y darle ánimos, pero algo en los arbustos llamo su atención, sin hacer ningún movimiento vio como la pequeña cabeza de Holly asomaba por los arbustos, a pasos lentos Holly fue acercándose a su dueña y se detuvo cuando escucho como esta lloraba.

El castaño sonrío cuando vio a la perrita acercarse más y sentarse en el regazo de su dueño para después comenzar a lamer las mejillas de este para limpiar los rastros de las lágrimas, los sollozos de Isabella fueron cambiando por pequeñas risas provocadas por las acciones de la pequeña mascota.

—Tenías razón Val.

"Inclusive hasta el ser que menos piensas que entiende tus emociones es capaz de hacerte sonreír en tiempos difíciles, inclusive solo si se trate de un instante de tristeza, basta que alguien este contigo para aliviarte."

—Vamos a casa Holly —Isabella tomo a la perrita en sus manos y se levantó—. ¡Juli, vamos a casa!

—Vámonos Isabella, antes de que nos quedemos aquí encerradas.

Mi Bella Durmiente |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora