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Justin Bieber

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Justin Bieber

Exhalé el humo por mi boca sin dejar de mirar detenidamente como Jordan ordenaba los fajos de billetes en un maletín negro de cuero. Eran los típicos maletines que mi padre solía guardar en las bodegas, por lo tanto, el dinero que debía ir dentro de este debía ser la misma cantidad que había dentro de los otros maletines, así era más fácil contabilizarlo.

Tenía demasiado sueño, la noche anterior había tenido que viajar con Jordan a Paris para cobrar un dinero y la verdad es que cuando regresamos a Cannes, específicamente a nuestra casa, tampoco había podido dormir mucho. Mi padre nos había interrogado toda la mañana y recién después del jodido almuerzo pude tomar una siesta de jodidos treinta minutos. Luego de eso tuve que venirme al club de yates para contabilizar el dinero y distribuirlo junto a Jordan.

En cuanto apagué el porro en el cenicero con forma de yate, vi por el rabillo del ojo a Román entrar al yate de mi familia con su típica sonrisa de superioridad y sus lentes de sol puestos.

Me guardé la mueca que quise soltar debido a que no tenía ganas de lidiar con él hoy y solo me limité a elevar mis cejas en forma de saludo.

—Buenas, buenas... —se sentó a mi lado y golpeó mi espalda como solía hacerlo siempre—. Les traje un regalito —soltó una pequeña carcajada maquiavélica y finalmente quitó sus lentes de sol.

Arrugué mi nariz al ver sus ojos extremadamente rojos casi desorbitados, y no pude evitar negar con la cabeza cuando lanzó sobre la mesas las pequeñas bolsitas transparentes con polvo blanco en su interior.

—¿Aún estás adicto a esa mierda? —murmuré con algo de recelo.

—Ay no seas marica, Justin —Román rodó los ojos exageradamente y miró a Jordan quien a penas le había puesto atención ya que seguía concentrado contando los fajos de billetes—. A ti también te gusta esta mierda.

Bueno, la verdad solo había sido un par de veces, contadas con los dedos de mi mano derecha, en las que había consumido esa mierda. Tampoco era como que me gustara. Las pocas veces que lo había hecho era por seguirle el juego a mis amigos, pero sinceramente no me gustaba. Era pura mierda. Prefería mil veces la marihuana, la cual si tenía un efecto placentero en mi, me relajaba y era natural, no como las demás drogas artificiales que existían y que lo único que hacían era volverte cada día más loco.

—Sólo mírate, Román —le di una mirada de pies a cabeza—. Cada día luces un poco más enfermo con tu adicción.

Soltó un gruñido y finalmente tomó las bolsas que dejó sobre la mesa con la droga y las guardó en su chaqueta. Sólo dejo una bolsa en la mesa y no tardó en abrirla y dejar el polvo sobre la mesa para luego empezar a dibujar líneas con su tarjeta de crédito; — Bueno, ya que el par de nenas no quiero drogarse, tendré que hacerlo solo.

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora