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Isabella Romanov

Dejé la gran maleta blanca sobre la cama, la abrí hasta el final y solté un suspiro. La última vez que había usado aquella maleta había sido el día que llegamos a Cannes. Hace exactamente un mes y algo más.

—Lleva todo lo que puedas, no sabemos cuanto tiempo tu padre te dejará allá —Martha entró a mi habitación con un montón de ropa.

—Si tu y mi madre de verdad se preocuparan por mi, harían algo para que yo me quedara aquí.

No la miré. Estaba enojada con ella.

—Mi niña, sabes cómo es mi relación con tu padre. Yo siempre te he cuidado, desde que eras una bebé, no me reproches por algo que no depende de mi, no lo hagas por favor.

Cerré los ojos para no dejarme llevar por las emociones, pero en realidad Martha tenía razón, ella era solo la sirvienta.

—Artur no me quiere, estoy segura de eso —murmuré y ella miró a la nada.

"Maldigo el día que te acepté como hija, debí haberte dejado tirada como la mocosa sucia que eres"

Aquellas palabras se repetían en mi mente desde la noche anterior. Aquello me había quedado dando vuelta y sabía que aquellas palabras le dieron inicio a mi curiosidad, y que aunque me metiera en mil problemas más, no se detendría hasta saber que era lo que Artur le había querido decir con eso.

—Yo ordenaré tu maleta, Isabella. Deberías arreglarte para almorzar antes de irte al aeropuerto.

—No necesito arreglarme para almorzar, Martha. Puedo terminar esto sola —metí todo el montón de ropa que había traído Martha a la maleta.

—Tú padre tiene invitados para el almuerzo. El señor Jeremy y su familia vienen a almorzar y a pasar una tarde en familia.

Me quedé estática, mirando a Martha con asombro.
Cerré los ojos y finalmente solté un suspiro. No podía creer que mi padre se estuviera comportando como si nada hubiese ocurrido y además de ello invitara a la familia de Justin almorzar. No quería ver a mi padre y con eso me bastaba. No soportaría ver a Justin después de los últimos acontecimientos que ocurrieron entre nosotros. Justin podía ser la cosa más sexy que haya tenido cerca en toda mi vida, pero recordaba la humillación que él me hizo sentir y eso mataba todas mis pasiones.

—Almorzaré en mi habitación —miré fijamente a Martha, queriendo intimidarla.

—Sabes que eso te traerá problemas con...

—No me importa, invéntate algo, no quiero visitas. Además mi espalda aún duele y quizás esté todo el almuerzo quejándome del dolor —sabia que si la seguía mirando, me desplomaría en sus brazos a llorar, por eso esquivé su mirada y enfoqué nuevamente en mi maleta.

—Isabella por favor.

—Di que me siento indispuesta. Di lo que sea, Martha. ¡No quiero ver a nadie! —insistí.

Martha soltó un suspiro y sentí su mirada de reproche quemarme la espalda.

—Está bien. Después no digas que no te lo advertí, pequeña —salió de la habitación negando con la cabeza.

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora