C: 13

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Isabella Romanov.

Llevaba más de media hora concentrada en el reloj de la pared; era mi segundo día en esta ciudad y ya se sentía que había pasado medio siglo.

Afortunadamente, mi guardaespaldas, de quien aún no estaba segura si su nombre era Peter, no había molestado ni había insistido en estar en la misma habitación que yo. Solo había aparecido en la mañana y había verificado que yo seguía en este lugar y no había tratado de escapar durante la noche.

Era un cuarto para las cinco de la tarde y yo seguía preguntándome por qué mi papá me odiaba tanto. Pensar en aquello ya no valía la pena, yo ya ni siquiera perdía el tiempo en eso; pero cuando realmente no tienes nada que hacer, empiezas a pensar en las cosas que menos te interesan, aunque ya no puedo decir que no me interesa del todo, había descubierto que quizás mis padres no eran mis padres y aquella podría ser una razón del odio de Artur; pero simplemente no tenía pruebas para verificar aquello.

Otra cosa en la que estuve pensando fue en el odio y la envidia que sentía Candace hacia mi. Aquello solo había comenzado poco tiempo atrás, y descubrí, en mi meditación, que todo comenzó cuando Hugo Lébedev, un chico de nuestro colegio en Rusia, comenzó a salir conmigo. Recordé que Candace estuvo enamorada de aquel chico durante su infancia, pero nunca estuvieron juntos. Yo estuve con él y bueno, seguiríamos juntos pero debí mudarme a Francia y todo quedó en el aire. En defensa a mi deshonra, yo pensé que lo que sentía Candace por él había sido algo de niños. Además ellos jamás estuvieron juntos y yo no le di bola a Hugo casi durante un año. Solo hace algunos meses acepté salir con él ya que mágicamente había comenzado a parecerme atractivo. No estaba segura si era por esto, pero no podía pensar en nada más que fuera la razón del odio que sentía mi hermana hacia mi.

La puerta sonó bruscamente, haciéndome sobresaltar y sacándome de mi estado de meditación. Seguramente era Peter el gordo quien venía a molestar y a "comprobar" si yo no me había muerto o escapado.

Me debatí entre abrirle o no, pero decidí hacerlo porque estaba muerta de hambre y aprovecharía de pedirle una pizza o algo.

—Si vienes a comprobar si estoy sola o si sigo viva, no te preocupes porque lo estoy. O podrías decirle a mi padre que estoy muerta y de seguro le harías un gran favor —le grité mientras caminaba hacia la puerta—. También me harías un favor a mi ya que podría huir y no saber nunca más nada de ningún imbe...

¿Qué mierda?

—¿Enserio le harías eso a tu familia, mocosa? —elevó su perfecta ceja castaña y gruesa, y sonrió levemente, como queriendo ocultar su risa, pero no pudiendo ya que obviamente yo le causaba gracia.

¿Es que acaso esto era una especie de broma?

Lo miré de pies a cabeza, sin estar muy segura si era verdad o estaba soñando. Vestía unos jeans claros y una playera blanca que le quedaba algo larga, pero le daba estilo.

—¿Qué mierda haces aquí? —no se cual era mi cara; pero debía ser una muy tonta ya que su apenas visible sonrisa no duró mucho tiempo.

—Créeme que tampoco es de mi agrado estar aquí y quedarme contigo —irrumpió en mi departamento sin pedir permiso y recién ahí note sus maletas—, pero tu padre me mandó aquí y si me negaba me mataba.

Estaba como imbécil parada en la puerta. Aún no me entraba en la cabeza que Justin, justamente él, no podía ser ni Will ni Jordan, estaba en el mismo departamento que yo en Inglaterra, y tampoco me entraba en la cabeza que se quedaría conmigo algunos días y estaríamos los dos solos, lo cual sonaba extremadamente peligroso.

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora