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Justin Bieber

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Justin Bieber.

Cerré los ojos dejándome envolver por las olas de placer que venían y se iban a medida que Margot movía sus caderas lentamente sobre mi. Sentí como se desesperaba y se volvía loca sobre mi cuerpo, pero no me preocupé, dejé que  hiciera lo que ella quisiera. Estaba logrando llevarme a lo más alto de mi placer con sus profundos movimientos.

El orgasmo llegó cuando ella terminó, la apreté con fuerza para estabilizarla mientras la embistí con rudeza, descargando todo mi estrés en su esbelto cuerpo.

Quedó tirada a mi lado sin aliento, quejándose y tratando de darse aire con sus propias manos.
Yo por mi parte, me senté en la cama y moví mis articulaciones, disfrutando de lo liviano que me sentía.

—Hace tiempo no me llamabas —pude jurar que me lo estaba reprochando.

—No es mi obligación llamarte —me levanté de la cama para comenzar a vestirme—. Sabes que no me gustan los compromisos.

Y sobre todo, odiaba que pensara que podía opinar de mi vida como si fuéramos íntimos amigos. Yo era Justin Bieber y ella era solo Margot.

—¿Y piensas quedarte toda la vida solo?

Pude jurar que elevó una ceja.

Rodé los ojos y los cerré por milésima vez para calmarme y no agarrarla con ella. Siempre hacía aquellas preguntas imbéciles, como esperando algún tipo de compensación de mi parte, más allá del el dinero que podía darle.

Solo mi mirada bastó para que decidiera no seguir hablando. Y me gustó, me gustó que supiera quien era él que mandaba y ademas, que no podía entrometerse en lo que no le correspondía. Ella solo era sexo rápido y repetíamos porque quizás era la chica más experta en hacerme llegar hasta lo alto con el movimiento de sus caderas. Margot no era nada más que eso, un buen polvo.

Observé como se vistió, incluso pensé en tumbarla en la cama y volver a follarla por la lentitud en que se movía, pero no lo hice porque tenía más asuntos de los cuales ocuparme esa misma tarde.

La saqué del yate antes de que mi madre me descubriera en la habitación con aquella extrañaba. Le entregué unos cuentos billetes, la besé y apreté sus senos por última vez, antes de largarme y volver a olvidarme por completo de su existencia.

—¿Dónde te has metido? —Román Ferraud se apareció en el yate sorpresivamente, con varias botellas de cerveza en sus brazos.

Elevé una ceja al verlo y no pude evitar reír.

—He tenido muchos asuntos de los cuales hacerme cargo últimamente —me elevé de hombros— ¿Qué haces aquí?

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora