C: 36

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Isabella Romanov

Mi cabeza comenzó a doler y tuve que abrir los ojos. Los rayos de luz se colaban por la ventana de la habitación.

Algo desorientada miré a mi alrededor y rápidamente recordé donde me encontraba.
La cama a mi lado estaba vacía, pero sentía el agua correr desde el baño, por lo que supuse que Justin debía estar en la ducha.

Refregué mis ojos con fuerza y bostecé. Ni siquiera sabía que hora era, pero suponía que era temprano ya que el cielo aún estaba un poco oscuro.

Me acurruqué bajo las sábanas, inhalando el olor de Justin y sonreí algo incrédula. Aquí estaba yo de nuevo, en su cama y loca por él. No se lo merecía, maldita sea, él no me merecía, pero con tan solo mirarme me volvía loca.

Sentí como el agua dejó de correr y supuse que había terminado su ducha matutina. Los nervios me invadieron y esperé atenta a que saliera del baño; él era bastante bipolar, por lo que no sabíamos con qué temperamento había despertado hoy. Además estaba acostumbrada a que él fuera jodidamente amable y al otro día me quisiera matar.

La puerta de madera se abrió y su cuerpo empapado con una toalla alrededor de las caderas fue lo primero que vi.

—Buenos días.

Wow, amabilidad.

—¿No tienes frío? —pregunté mientras miraba como se desplazaba por la habitación con seguridad.

—El frío es psicológico y para nenas.

Rodeé los ojos.

—No me rodees los ojos, mocosa —caminó hacia mi con una pequeña sonrisa coqueta.

Wow. ¿Este era Justin Bieber?

—Me gusta que me digas mocosa —admití.

Yo sé que mocosa era una palabra con desprecio, pero sonaba tan caliente viniendo de él.

Elevó una ceja y se inclinó en la cama para quedar a mi altura. Unas pequeñas gotas de su cabello mojado cayeron en mi cara.

—Tú y yo dejamos algo pendiente anoche —sus ojos mieles no se apartaron de los míos.

—No recuerdo —me hice la tonta.

Me quedo mirado fijamente dos segundos más, en los cuales las mariposas no dejaron de revolotear en mi interior y finalmente se alejó caminado hacia su closet.

Solté todo el aire que retuve durante esos segundos que parecieron minutos y me senté en la cama. Sin dejar de mirar todo lo que hacía. Se quitó la toalla sin vergüenza alguna y continuó vistiéndose.

Era un maldito Dios griego.

—Prepararé café, si quieres puedes tomar una ducha.

—¿Qué hora es?

—Las siete, es temprano aún, pero tengo coas que hacer a las 10. Te dejaré en tu casa antes —se sacudió el pelo y posteriormente salió de la habitación.

Bufé ante su repentino cambio de humor y preferí entrar a la ducha. No sé cuánto tiempo estuve ahí dentro, pero el agua caliente era muy tentativa y no quería morir de frío.

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora