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Isabella Romanov

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Isabella Romanov.

Llegamos al muelle y todos parecía normal. La música resonaba igual que hace un rato y la gente igual salía y entraba como si nada del yate. Para mi suerte, mi madre no se veía por ningún lugar.

—Mi camioneta es la única negra que está en el estacionamiento del club. Espérame allí si no quieres ver a tu madre. Yo iré por mis cosas. No tardo —Justin me entregó las llaves de su camioneta y desapareció en la entrada del Yate.

No dudé en encaminarme al estacionamiento y con tan solo apretar el botón de desbloqueo supe cual era el vehículo de Justin. Traté de escurrir el agua de mi vestido completamente empapado para no mojar los asientos de la camioneta.

Justin no tardó en llegar y en silencio nos alejamos del club de yates y nos adentramos a la ciudad.
No sé cuanto tiempo tardamos, lo único que sé es que casi me dormí y si no fuera porque susurró que habíamos llegado, yo hubiese seguido tirada en el asiento del copiloto.

Fruncí el ceño al notar que se trataba de un departamento al otro lado de la ciudad.

Subimos el elevador en silencio, sin mirarnos y cuando se abrieron las puertas, simplemente lo seguí.

Entramos a un departamento gigante, que parecía abandonado ya que lo único que tenía en la sala era un sofá  y una mesa de centro.

—Hay camas en las habitaciones. Y si quieres te puedes dar un baño —comentó, entrando a una de las habitaciones.

Lo seguí.

—¿Qué es este lugar?

—No empieces con las preguntas —se quejó.

—No tengo ropa como para darme un baño y hace mucho frío aquí.

—Duerme desnuda —se elevó de hombros como si no le interesara realmente.

—Buena opción —respondí solo para provocarlo.

Sin embargo, no pude ver su cara ya que estaba de espaldas hacia mi, revisando el colset de la habitación.

—Es tu noche de suerte —se giró con una camiseta en la mano—. Es de Will.

—Gracias —la recibí—. Esto me recuerda a cuando estuvimos en Inglaterra.

Justin asintió.

Si las cosas no fueran como lo son en estos momentos, me hubiese acercado a besarle. Lucía precioso con la ropa empapada, la mandíbula apretada y sus labios algo morados por el frío. Sin mencionar los apetecible que lucía su piel tostada por el verano. Pero no lo haría. No lo besaría. A pesar de que me había pedido disculpas en la playa, hecho que yo valoraba porque no era algo que un chico como él hiciera, ya bastaba con que le hubiera pedido que me trajera hasta aquí, no me podía humillar más ante él. Me quedaba algo de amor propio, aunque dudaba si en algún momento de verdad lo tuve.

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora