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Isabella Romanov

Me quedé mirando el lápiz labial rojo que estaba dentro de mi neceser, luego miré el vestido que llevaba puesto y rápidamente descarté el labial rojo. Creo que el maquillaje que tenia puesto ya era suficiente.

—¿Qué quieres? Sal de mi habitación —Candace murmuró en cuanto crucé la puerta de su habitación.

—Vamos.

—¿No? ¿Estás loca?

Rodé los ojos y caminé hacia ella para obligarla a levantarse de la cama. Era mi hermana y nuestra relación era horrible, pero no dejaría que se quedara encerrada una noche como la de hoy y mucho menos por un imbécil que le rompió el corazón. Y también porque la necesitaba, sin ella, no había posibilidad de que mi madre me dejara ir a aquella fiesta.

—Será una noche entretenida. No tenemos porqué pelear y si quieres nos ignoramos. ¡Vamos a esa fiesta!

—Te dije que no, Bella. ¿Qué tan burra has de ser para no entenderlo? —Se sentó en la cama enfurecida de un viaje.

Creo que en verdad lo estaba pasando mal. Tenía unas ojeras del porte de Texas y su pelo rubio lucia asqueroso.

—¿Qué prefieres? ¿Encerrarte y ser una idiota humillada o emperrarte y demostrarle a ese imbécil que nadie puede contigo?. ¿Quién eres y qué hiciste con la perra de Candace? —elevé una ceja y la miré con desprecio.

Hacerla sentir inferior aumentaría su sed de ego. La conocía a la perfección.

Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro y soltó un bufido.

—Bien.

Omití la risa de victoria que quería soltar y apunté con mi dedo la puerta de su baño;
— Tienes treinta minutos para tomar una ducha y arreglarte. Te espero en la sala —le guiñé un ojo y salí de su habitación.

Bien. Convencerla no había sido tan difícil.
Caminé hacia mi habitación para tomar mi bolsa y luego bajé al primer piso. Caminé hacia la sala y me senté en el sofá para esperar a Candace.

Estuve unos diez minutos mirando el techo de la sala. Tenia fe en que Candace demoraría menos de treinta minutos.

Habían pasado dos semanas y mi padre aún no llegaba a Francia. Supuestamente llegaba ayer, pero por alguna razón no estaba aquí en casa.
Había estado estas dos semanas encerrada y sin ver a Justin. Me había aburrido demasiado, mi única entretención era entrar al despacho de mi padre y jugar con la clave de aquella caja fuerte que resplandecía en su repisa.

Justo en ese momento en donde pensaba en el susodicho, Irina apareció desde la puerta de la oficina de mi padre con una gran sonrisa.

—¿Hacia donde vas tan bella? ¡Que hermoso vestido!

Fairytale ➳ J.BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora