Prefacio

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23 de marzo del 730 del calendario humano Aeissium.

Mi katana impacto justo en su corazón, derribando y matando a la bestia al instante, cayendo sobre el suelo infertil y gris de esta condenada tierra.

Era la última por ahora, al fin, después de tantos años, la guerra había terminado, este ataque final fue un éxito.

"Juicio final" logró su cometido, la brecha de alguna forma fue cerrada y los monstruos de la legión olvidada aniquilados.

La brecha que se abrió hace dieciocho años, la que trajo a estas criaturas a nuestro mundo y aniquiló tantas vidas humanas.

Caí al suelo arrodillado, exhausto, cubierto tanto de sudor y sangre por la lucha. Clave mi katana al suelo, y con ella me apoye, respirando con dificultad, en un intento de recuperar algunas fuerzas para levantarme.

El Sol no se lograba ver por las inmensas nubes que cubrían este lugar, el llamado hogar de los monstruos en Aeissium, parecía una noche eterna siempre, una oscuridad sin fin.

Me preguntó cómo estará el resto de la expedición, espero que bien, después de todo, logramos nuestro objetivo, así que este ataque final, fue un éxito rotundo.

Pero ¿cuántos murieron? Esa pregunta ronda mi cabeza. Ya antes habían muerto miles de eclipsados, pero cuantos habrán muerto aquí, en un lugar donde no podremos recuperar sus cuerpos.

Mi escuadrón fue aniquilado, solo habíamos quedado él y yo... El, Nial... ¿Donde esta Nial?

En un momento de desesperación, busque a mi compañero, mi mejor amigo con la mirada.

Solo veía un paisaje de sangre y muerte, tanto monstruos de todo tipo, junto a eclipsados yacían muertos en el suelo, descuartizados y sin una pizca de vida en sus perdidos ojos.

Lo encontré, su cabello blanco resaltaba, aunque estaba algo gris por el polvo y la lucha. Cojeando corrí como pude hacia el, tropezandome en varias ocasiones, pero logrando llegar al fin y al cabo.

Su pechera había sido atravesada, además de estar bañado en sangre, moví su hombro buscando signos de vida.

—Hey, ¡Nial! ¡Despierta! —grité desesperadamente, sin respuesta alguna.

—Por favor amigo, no puede ser cierto —no pude controlar mis lágrimas, y acabe llorando, estas cayeron y se disolvieron con la sangre de mi amigo, el cual ya estaba muerto.

Ganamos la guerra pero ¿a que costó? ¿Cuántas madres no volverán a ver a sus hijos? Cuántas familias destrozadas y cuántos futuros sin esperanza.

Salvamos a muchos, pero perdimos a muchos.

No hay vuelta atrás, lo único que queda es seguir adelante, eso hubiera querido Nial.

Limpie mis lágrimas y saque fuerzas de donde no tenía, para cargar el cuerpo de él a mi espalda.

Una bengala, una de color verde apareció en el horizonte, era del comandante, la señal para reagruparnos, para volver a casa.

—Ya vamos a casa amigo —le dedique esas palabras al cuerpo sin vida en mi espalda.

Alma Eclipsada I: Sombras De Conminacion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora