Yo No Soy El Culpable

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Roumani

Recibí un golpe de parte de él, justo en el estómago, provocando que cayera de rodilla Recibí un golpe de parte de él, justo en el estómago, provocando que cayera de rodilla y se me salieran algunas lágrimas, también haciendo que respirara con dificultad.

—Levántate —dijo mi compañero de cabello rubio ceniza.

—P-por favor Nial... Detente —dije alzando mi mirada rogando por piedad, a lo cual recibí una patada justo en mi rostro, volviendo a dejarme en el suelo.

—Es suficiente por ahora —comentó una voz mayor, era la de nuestro maestro; Nilzan.

—Roumani, tu madre te dejó a mi cargo, para protegerte y cuidarte, para evitar que vengan por ti y por Nial —fue lo que nos dijo, con una mirada de autoridad, pero amable a la vez.

Mire el suelo, aún adolorido y medio llorando, la guerra contra los monstruos inició hace ya cinco años y no iba nada bien, pero nosotros habíamos huido de esta, por ahora no nos han encontrado.

—¿Estás seguro de que somos uno de ellos? ¿Los maldecidos por el eclipse? —le pregunté a nuestro maestro.

—Es lo más seguro, y si no vienen por ti, las bestias vendrán por ti para hacerte pelear con ellas —sus palabras eran crueles, pero eran la verdad.

Respire con fuerza y me levanté, poniéndome en guardia para enfrentar a mi rival

—Toma tu arma y sigue luchando, empuñamos nuestras espadas para proteger a los demás.

—Bien hecho —me felicito Nial, poniéndose en guardia para seguir nuestro entrenamiento.

Desperté, me había quedado dormido haciendo la guardia, cuando solo intentaba meditar, algo que realmente no hacía mucho y no me gustaba.

Gire y vi a mi compañera, dormida en el césped, al lado de la hoguera la cual solo tenía ascuas levemente prendidas.

La noche nos terminó por tomar a mitad de camino, era peligroso avanzar a estas horas, aún había monstruos que lograron pasar la muralla suelta, así que es mejor ir a lo seguro.

Escuché a la chica suspirar, su cuerpo temblaba, estaba dormida, pero parece tener bastante frío, pese a tener un abrigo cubriéndola.

Me levanté de mi posición de meditación y me retiré el abrigo, cobijando con este a Coopyd, segundos después, parecía que recuperó más su calor corporal.

Aún faltaban un par de horas para el salir del sol, y no quería despertarla para cambiar turnos, después de todo, si dormía me venían recuerdos que no quería ahora.

Así que por ahora me quedaré despierto, no meditaré, solo pondré mi mente en blanco.

Ya empezaba a salir el sol y mi compañera despertó casi al mismo tiempo, volvió a quedarse embobada viéndolo, yo solo sonreí al ver su reacción.

—Levántate, partiremos en cuanto estés lista —le avise

Esta me miro parecía haber notado algo raro en mí, o que le faltaba, luego vio mi abrigo encima de ella.

—Oh, me cobijaste —desvío un poco su mirada, algo que me pareció raro—. Gracias.

Ella tomó el abrigo, pero se le cayó al suelo, soltó un quejido por el accidente, luego lo recogió y lo sacudió, entregándomelo, yo quería reírme de su torpeza pero me aguante.

—Tenías frío —tomé el abrigo y procedí a ponérmelo.

—El norte de Aiessium es un lugar frío después de todo —dijo ella acariciando sus dedos, sus ojos esmeraldas brillaban levemente por el sol.

Alma Eclipsada I: Sombras De Conminacion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora