🀦Prólogo🀦

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Answer, enero de 1893

Estaba desesperado, sin nada, enloquecido.

Había sido un hombre bello, un hombre inteligente, con una gran ambición: el lujo.

Lo había alcanzado utilizando el cuerpo para seducir y la cabeza para calcular. Había sido el amante de uno de los hombres más ricos y poderosos de Daydream.

Su casa atrajo a muchos por su belleza, decorada según su gusto... con el dinero de Soohyun. Tuvo servicio para lo que se le antojó, un ropero que no tenía nada que envidiar al del cortesano más solicitado de Ma City. Joyas, amigos que lo distraían, carruaje propio.

Daba alegres fiestas. Se había sentido envidiado y deseado.

Él, el hijo de una dócil criada, tuvo todo lo que su avaricioso corazón ansió.

Tuvo un hijo.

Aquella vida que jamás quiso llevar dentro lo cambió de arriba abajo. Y se convirtió en el centro de su mundo, en lo único que amó más que a sí mismo. Hizo planes para su hijo, sus sueños fueron para él: le cantó mientras el pequeño dormía en su pecho, lo trajo al mundo con dolor, con gran dolor, pero también con alegría. La alegría de saber que cuando terminara el sufrimiento tendría en sus brazos a su querido hijo.

Le dijeron que había tenido una niña. Le dijeron que había nacido muerta.

Mentían.

Lo supo ya entonces, cuando el dolor lo hacía enloquecer, cuando se hundía en el abismo de la desesperación. Incluso cuando se volvió loco supo que era mentira. Su hijo vivía.

Se lo robaron. Lo secuestraron. ¿Cómo podía ser de otra forma si él había notado los latidos del corazón del pequeño con la misma claridad que los suyos?

No habían sido, sin embargo, la comadrona ni el médico quienes se habían quedado con su hijo. Soohyun le quitó lo que era suyo, comprando con su dinero el silencio del servicio.

Lo recordaba de pie en el salón de la casa de Hoseok, después de los meses que había pasado sufriendo, preocupado. Asunto concluido, pensaba mientras, con dedos temblorosos, se abrochaba el traje gris. Acabado de una vez, ahora que él tenía lo que deseaba. Un hijo, un heredero. Lo único que su desalmada esposa no había sido capaz de proporcionarle.

Él lo había utilizado y luego le había arrancado su único tesoro, como si tuviera derecho a hacerlo. A cambio, le ofrecía dinero y un pasaje a Danger.

Pagaría, pagaría, pagaría, iba repitiendo él para sus adentros mientras se arreglaba. Pero no con dinero. Ni hablar. Con dinero no.

Estaba en las últimas pero encontraría la forma. Por supuesto que la encontraría, en cuanto tuviera de nuevo en sus brazos a su querido Yugyeom.

El servicio -ratas en barcos que se hunden- le había robado parte de sus joyas.

Ya se lo imaginaba. Tuvo que vender prácticamente el resto y encima lo estafaron con el precio. ¿Qué iba a esperar de aquel cuervo del joyero? Al fin y al cabo era un hombre.

Mentirosos, estafadores y ladrones. Todos.

Todos iban a pagar antes de que él se derrumbara.

No encontraba los rubíes: el brazalete de rubíes y diamantes, en forma de corazones, sangre y hielo, que Soohyun le había regalado cuando se enteró de que estaba embarazado.

En realidad, era una baratija. Algo demasiado delicado, demasiado insignificante para su gusto. Pero lo quería, y lo puso todo patas arriba en la habitación y en el vestidor en busca de la joya.

Lirio Rojo³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora