Jimin llevaba un traje rojo. A él le gustaba cómo le quedaba. Sin embargo, habría preferido que Yoongi le hubiera dado más tiempo para poder ir de compras y buscar algo nuevo. Las otras veces que habían salido habían ido de sport.
-¿Qué opinas? -preguntó a Lune, quien, sentada en el suelo, iba metiendo pequeños juguetes en un viejo bolso de Jimin-. ¿Peinado para atrás o partido al medio y para los costados? Así me pongo aquellos pendientes tan chulos. Vamos a probarlo.
Tal vez aquella noche, si podían alargar un poco la velada. Yoongi podía subir hasta allí con él. Lo único que tenía que hacer era quitarse a Hoseok de la cabeza.
Prescindir de que el padre de Yoongi estaba allí mismo, en el ala contraria. Y que su propia hija dormía en la habitación de al lado.
¿Por qué demonios tenía que ser tan complicado?
Él lo quería. Los dos eran jóvenes, libres, independientes, gozaban de buena salud. Tendría que ser algo simple.
Lo de convertirse en amantes tenía que tener un fundamento. Recordaba las palabras de Yoongi. De hecho, la situación lo requería. Ya era hora de que empezara a planteárselo como una ventaja y no un inconveniente.
-Soy yo el que lo convierto en algo extraño, Lune. Parece que no puedo remediarlo. Pero voy a intentarlo.
Se puso los pendientes, unos largos y vistosos colgantes de oro, pensó en un collar, pero rechazó la idea. Con los pendientes bastaba.
-Bueno. -Dio un paso hacia atrás para volverse hacia su hija-. ¿Cómo lo ves? ¿Crees que papá está guapo?
La respuesta de Lune fue una sonrisa enorme mientras volcaba el bolso en el suelo y todo se desparramaba.
-Voy a tomarlo por un sí -dijo Jimin y luego se volvió de nuevo hacia el espejo para dar el último vistazo.
Quedó tan deprisa sin aliento que le dio la sensación de que la cabeza se le iba.
Llevaba un traje rojo, pero no aquél que había utilizado durante más de dos años.
Era una pieza muy trabajada, cortada de forma que sus clavículas y pecho se mostraban, enmarcados por la seda y una cascada de rubíes y diamantes en el escote.
Llevaba el pelo recogido de forma que los brillantes y negros rizos coronaban un rostro en el que destacaban los exuberantes labios rojos y los ardientes ojos negros.
-Yo no soy tú -murmuró-. No lo soy.
Con gesto deliberado, se volvió, se agachó y, medio temblando, empezó a recoger los juguetes esparcidos.
-Sé quién soy. Sé quién es él. No somos el mismo. No nos parecemos.
Helado de pánico de pronto, dio la vuelta de nuevo temiendo descubrir cómo Hoseok salía del espejo y se convertía en alguien de carne y hueso. Pero no se vio más que a sí mismo, unos ojos completamente abiertos, cafés, por encima de las pálidas mejillas.
-Vamos, cariño. -Agarró a Lune y, ante las protestas de la pequeña, tomó al salir el bolso viejo y el que iba a llevar él con la otra mano.
Hizo un esfuerzo por caminar a un paso razonable e incluso se detuvo al acercarse a la escalera. Seokjin podía ver la impresión marcada en su rostro y Jimin no quería hablar de ello. Por una noche deseaba seguir con la ilusión de la normalidad.
Así pues, se tomó el tiempo necesario, consiguió respirar con normalidad y controlar su expresión. Llegó al salón principal con Lune en brazos y una sonrisa en el rostro.
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Lirio Rojo³
ParanormalUn empleo era lo que deseaba Park Jimin para él y su hija cuando llamó a la puerta de la mansión Kim. Lo que también encontró fue un hogar, la sólida amistad de Jin y Tae, y la posibilidad de un nuevo amor. Solo el misterio que rodeaba la mansión Ki...