🀦Capítulo 8🀦

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Aquello hizo que se sintiera mejor. El hecho de que alguien supiera lo que pensaba y sentía le quitaba un peso de encima. Sobre todo porque este alguien era Tae. Una persona que no se había escandalizado, recordó Jimin. Quedó sorprendido, pero no escandalizado, y aquello le parecía positivo.

Igual de positivo que tomarse un par de días libres para reflexionar. En efecto, en ello estaba, algo somnoliento, cuando, después de haber acostado a Lune, se tumbó en el sofá del salón para relajarse viendo la tele.

Fue cambiando de canal sin mucho interés y decidió que era muy agradable pasar una hora sin nada que hacer. Reposiciones, repeticiones y otra basura de verano, decidió, no era lo que habría escogido él para pasar una hora de distracción sin más.

Coincidió con una antigua película en blanco y negro que no reconoció. Parecía una especie de drama romántico, en el que todo el mundo llevaba estupendos vestidos, salía todas las noches a bailar a unos clubes magníficos, con buenas orquestas y voluptuosas cantantes.

Todo el mundo bebía whisky con soda en vaso largo.

¿Qué sensación produciría llevar aquellas increíbles vestimentas y deslizarse por la pista de baile, rodeado de art deco y brillo por todas partes? Naturalmente él llevaría esmoquin. Estaba convencido de que Yoongi estaría imponente con esmoquin también.

¿Y si llegaban con otra pareja y coincidían allí? Sus miradas se encontraban en medio de tanta seda y tanta luz. Y los dos se daban cuenta.

Bailarían y el resto desaparecería. Así ocurría con el blanco y negro. Las cosas no tenían por qué complicarse; lo que les separaba podía vencerse o superarse. Y luego se desvanecía el resto y quedaba la pareja mientras la música final iba en aumento.

Y entonces uno se encontraba en los brazos del otro, la cabeza de Jimin un poco hacia arriba para que los labios se juntaran en aquel perfecto beso de película. El beso que a uno lo estremecía hasta la planta de los pies, el que significaba amor eterno.

Un beso suave, muy suave, muy tierno, mientras las manos de él rozaban su pelo, luego más profundo, un poco más ardiente cuando los brazos de Jimin rodeaban su cuello. Ni siquiera tenía que ponerse en puntillas para alinear los dos cuerpos porque casi medían lo mismo.

Línea, ángulo, curva, todo encajaba a la perfección.

Después, cuando todo se oscurecía e imperaba el negro, las manos que recorrían el cuerpo de Jimin acariciaban los puntos en los que sentía hormigueo, ansia. Caricias sobre seda y piel para que las bocas coincidieran entre leves jadeos y gemidos.

El sabor de aquel beso era tan fuerte, tan intenso, que su perfume impregnaba todo su interior, despertaba hasta el último rincón y lo henchía todo.

Donde había notado frío, cansancio, ahora sentía calidez porque amaba y era amado.

Las velas titilaban. Humo y sombras. Las flores perfumaban la habitación. Lirios, tenían que ser lirios. Las flores que Yoongi le había regalado, vivas, rojas, llenas de pasión.

Los ojos de él, de un marrón oscuro, de un marrón abismal, le comunicaban todo lo que Jimin quería saber. Le decían que lo encontraba bello, precioso.

Cuando se desnudaron mutuamente, los trajes se fundieron en una reluciente amalgama de blanco y negro.

Piel contra piel, por fin. Lisa y suave. Polvillo de oro y leche. Los hombros de él bajo las manos de Jimin, toda la espalda para poder notar la tensión de sus músculos al excitarse.

Su forma de tocarlo, con tanta perentoriedad, aumentó el arrebato y cuando lo tomó en sus brazos -¡oh!-, Jimin temblaba. Lo llevó a la cama, la gran cama blanca con sábanas suaves como el agua, y se hundió allí junto a él.

Lirio Rojo³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora