Mansión Kim, julio de 2023
Agotado, al límite de sus fuerzas, Jimin bostezó hasta hacer crujir su mandíbula.
Notaba el peso de la cabeza de Lune en su hombro, pero cada vez que pretendía mecerla, la pequeña se retorcía, lloriqueaba y sus deditos se aferraban a la camiseta con la que dormía Jimin.
«Intentaba dormir», rectificó Jimin mientras, con algún sonido, trataba de calmarla y ponía de nuevo en movimiento la mecedora.
Pensaba que serían alrededor de las cuatro de la madrugada y ya se había levantado un par de veces para mecer y tranquilizar a su inquieta hija.
Alrededor de las dos, había hecho un intento de meter a la pequeña en la cama con él para tratar de conciliar el sueño. Pero Lune no aceptaba nada más que la mecedora.
De modo que Jimin la acunaba y dormitaba, la mecía y bostezaba, preguntándose si alguna vez en su vida volvería a dormir de un tirón hasta las ocho de la mañana.
No sabía cómo se las arreglaban los demás. Sobre todo los padres que vivían solos. ¿Cómo daban abasto? ¿Cómo podían con todas las exigencias del corazón, la cabeza, el cuerpo... el dinero?
¿Cómo se las habría compuesto de haber estado completamente solo con Lune? ¿Qué vida habrían llevado sin nadie que les echara una mano con las preocupaciones, las cargas, la diversión, y también lo insignificante? Daba miedo pensarlo.
Ahora se le ocurría que había sido optimista y confiado hasta la ridiculez, y además, estúpido.
Llevar adelante, recordó, su embarazo, de casi seis meses, dejar el trabajo, vender prácticamente todas sus pertenencias y cargar la carraca aquella para marcharse.
¡Mierda!, de haber sabido entonces lo que sabía ahora, no lo habría hecho.
De modo que quizá había sido positivo ignorar lo que le aguardaba. Porque no estaba solo. Cerró los ojos y apoyó la mejilla en el suave y dorado pelo de Lune.
Tenían amigos -mejor dicho, familia-, gente que se preocupaba por él y por Lune, personas dispuestas a ayudarlos.
No solo contaban con un techo, sino con el espléndido techo de la mansión Kim. Contaba con Jin, un primo lejano, y aun solo por razón de matrimonio, quien le había ofrecido casa, trabajo, una oportunidad. Contaba con Tae, su mejor amigo, la persona con quien podía hablar, quejarse, aprender.
Tanto Jin como Tae habían sido padres y vivido tiempo sin pareja, y se las habían arreglado, se recordó a sí mismo. Habían hecho mucho más que arreglárselas, Tae con dos niños a los que criar, Jin con tres.
Y él pensando en cómo se las compondría con una sola hija, incluso con toda la ayuda a su alcance.
¿Él hubiera tenido que cocinar cada noche después del trabajo? ¿Y si le hubiera tocado hacer la compra, la limpieza, llevar y traer las cosas, todo, además de cumplir con su trabajo y cuidar a una bebé de catorce meses?
Tenía suerte de no tener ni que comprobarlo.
Estaba también Jungkook, el encantador nuevo marido de Tae, siempre dispuesto a cambiar una pieza u otra del coche de Jimin cuando lo dejaba tirado. Y los niños de Taehyung, Yeonjun y Kai, quienes, además de estar encantados de poder jugar con Lune, iban dando a Jimin pistas sobre lo que le esperaba en los próximos años.
Y también estaba Namjoon, un hombre inteligente y agradable, que disfrutaba paseando a Lune y llevándola sobre sus hombros, con lo que la pequeña se lo pasaba requetebién. A partir de ahora estaría todo el tiempo allí, enseguida que él y Seokjin volvieran de su luna de miel.
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Lirio Rojo³
FantastiqueUn empleo era lo que deseaba Park Jimin para él y su hija cuando llamó a la puerta de la mansión Kim. Lo que también encontró fue un hogar, la sólida amistad de Jin y Tae, y la posibilidad de un nuevo amor. Solo el misterio que rodeaba la mansión Ki...