🀦Capítulo 24🀦

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El local donde se hacían los injertos era algo más que un lugar de trabajo. Yoongi lo consideraba en parte un lugar para el juego, en parte un refugio y en parte un laboratorio. Era capaz de pasarse allí horas y horas perdido entre sus cuatro paredes, en aquel recinto cálido en el que siempre sonaba música, trabajando, experimentando o simplemente deleitándose con la situación de ser el único ser humano entre las plantas.

Muchas veces prefería la compañía de éstas a la de aquéllos. No sabía a ciencia cierta lo que decía de él aquella actitud, pero tampoco le importaba mucho.

Había descubierto su pasión en la vida y se consideraba afortunado con un trabajo que le hacía feliz.

Sus hermanos habían tenido que abandonar la casa para encontrar de qué vivir.

Yoongi consideraba una ventaja poder seguir viviendo en el lugar que más le gustaba, con una actividad que le satisfacía plenamente.

Tenía casa, trabajo y familia. Durante toda su vida adulta había establecido relaciones con hombres que le habían gustado y disfrutado con ello. No obstante, ninguno de ellos lo había movido a pensar, lo había empujado a plantearse el próximo paso en el ámbito de lo que consideraba más o menos el futuro.

Era algo que nunca le había preocupado. Su idea del matrimonio quedaba reflejada en lo que habían disfrutado juntos sus padres: amor, dedicación, respeto y, templándolo todo, en una aleación de acero, una férrea amistad.

Comprendía que su padre lo había descubierto por segunda vez con Namjoon. No tanto como la fulminación por efecto de un rayo sino como un perfecto injerto aplicado para crear una nueva y saludable planta.

Según él, nada que no fuera así de sólido, de importante, valía la pena para dedicarle tiempo o arriesgarse.

Se lo había pasado bien con los hombres con los que había coincidido y nunca había pensado en ninguno de ellos como el hombre de su vida.

Hasta Jimin.

En aquellos momentos había cambiado buena parte de su mundo, aunque otras parcelas seguían tranquilamente como antes.

Aquel día había puesto Chopin para deleite de sus plantas. Y en sus auriculares sonaba el hip hop de Snoop Dog.

Aquel local podría no ofrecer un aspecto de efectividad, con tantas plantas en distintos estadios de crecimiento, tantos cubos de gravilla o de virutas de corteza de árbol, el desperdigamiento de cinta y cordel, de pinzas para tender la ropa y etiquetas.

Se veían por allí pedazos de arpillera, macetas amontonadas, sacos de tierra, marañas de gomas elásticas, además de bandejas con cuchillos y podaderas. Pero a pesar de todo, él sabía dónde encontrar cada cosa, y en el momento en que le hacía falta.

Puede que alguna vez en casa tuviera problemas para encontrar un par de calcetines del mismo color, pero nunca los había tenido a la hora de buscar la herramienta precisa.

Dio una vuelta para ventilar los toldos y las cajas en las que tenía las plantas, como cada mañana. Unos minutos sin sus cubiertas y se secaría la humedad superficial que podía haberse condensado en los patrones. Las enfermedades causadas por los hongos eran siempre un problema. Por otra parte, un exceso de aire podría secar el injerto. Mientras aireaba, controlaba el crecimiento de las plantas, examinándolas en busca de cualquier indicio de enfermedad o putrefacción. Estaba especialmente satisfecho con la camelia que había injertado siguiendo el método de la hendidura en invierno. Aquellos ejemplares podían tardar un año, tal vez dos, en florecer, pero Yoongi estaba convencido de que valdrían la pena.

El trabajo le exigía pasión, pero también paciencia y fe.

Iba tomando notas, que luego pasaba al ordenador. Detectó un crecimiento activo y regular en los semilleros de Astrophytum, que él había protegido bajo una campana de cristal, y comprobó que los injertos de las clemátides estaban fuertes y vigorosos.

Lirio Rojo³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora