En pleno verano bajaba el ritmo de trabajo en el vivero. En El Jardín nunca descendía tanto, pero en julio, el vertiginoso torbellino de actividad vivido desde finales de invierno hasta la primavera estaba totalmente superado. El calor húmedo envolvía la parte occidental de Daydream, y solo los jardineros más ambiciosos emprendían la dura tarea de infundir nueva vida a sus parterres.
Aprovechando la coyuntura y también su estado de ánimo, Jimin pidió hora en la peluquería y a Tae que le diera un tiempo libre.
Después de la pausa del mediodía, que había alargado una hora, volvió en coche al trabajo con nuevo look, con ropa nueva y un aire mucho más feliz. Confiar en Jackson, había decidido.
El jardín era un lugar que le encantaba. La mayoría de días no tenía ni la sensación de estar allí trabajando. Opinaba que no existía en el mundo un trabajo mejor.
Disfrutaba tan solo con contemplar aquel precioso edificio blanco, que tenía más el aire de una casa muy cuidada que de una empresa, con los parterres de temporada más allá del porche y las macetas con flores de vivos colores junto a la puerta.
Le gustaba el trajín que veía al otro lado de la ancha extensión cubierta con grava: las pilas de turba y mantillo, los bloques y la madera para organizar los jardines. Los invernaderos, llenos de plantas y promesas, los almacenes.
Cuando las instalaciones se llenaban de clientes que daban vueltas por las sendas, arrastrando los carritos o las plataformas repletos de plantas y macetas -todo el mundo con novedades o planes en la cabeza- aquello le parecía más un pueblo que una tienda.
Y él formaba parte del todo.
Entró y fue en busca de Ruby, la empleada de pelo blanco que se encargaba del mostrador.
-¡Vaya cambio! -exclamó Ruby.
-Es como me siento. -Pasó sus dedos por su cabellera ahora rosada-. Llevaba tiempo sin hacer nada con mi pelo. Casi no me acordaba de la sensación de estar en una peluquería y de que alguien me arreglara el cabello.
-Con un bebé se van abandonando cosas. ¿Y qué tal está nuestra campeona?
-Un poco inquieta anoche, después de las vacunas. Pero esta mañana ya se había recuperado. Yo también estaba hecho polvo, y en cambio ahora estoy como nuevo. -Para demostrarlo, flexionó el brazo y le mostró la protuberancia del bíceps.
-Perfecto. Tae lo quiere todo regado, y cuando digo todo, es todo. Además esperamos una importante remesa de macetas. Habría que etiquetarlas y colocarlas en su sitio en cuanto lleguen.
-Cuenta conmigo.
Salió afuera con aquel denso calor que lo dejaba a uno amodorrado y empezó a regar las plantas de los parterres, las caducas y las perennes, pendientes de encontrar un hogar. Le hicieron pensar en aquellos niños difíciles de la escuela, a los que nunca escogían para el equipo. Le entró debilidad por ellas y pensó que ojalá tuviera un lugar donde plantarlas, esperar a que florecieran y dieran el máximo de sí.
Algún día tendría ese lugar. Cuidaría de un jardín y pondría en práctica lo que había aprendido. Haría algo bello, algo especial. Por supuesto, plantaría lirios. Lirios rojos, como los que le llevó Yoongi cuando dio a luz a Lune. Una ostentosa extensión de lirios rojos, llamativos, perfumados, que nacerían año tras año para recordarle lo afortunado que era.
El sudor descendía por su nuca y el agua le había empapado las zapatillas de lona.
Aquel suave rocío molestó a las abejas, que formaban una nube alrededor de las uvas de gato. «Bueno, a volver cuando haya terminado -pensó al verlas retirarse con un zumbido de fastidio-. Aquí todos vamos por lo mismo».
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Lirio Rojo³
FantastiqueUn empleo era lo que deseaba Park Jimin para él y su hija cuando llamó a la puerta de la mansión Kim. Lo que también encontró fue un hogar, la sólida amistad de Jin y Tae, y la posibilidad de un nuevo amor. Solo el misterio que rodeaba la mansión Ki...