Capítulo 1

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Mi habitación y la soledad¡5inco paredes!


La noche ya había caído, pero la luna continuaba iluminando el firmamento. No por mucho. El viento soplaba y consigo traía cúmulos de nubes que a su vez deslustraban la luz de la luna. Se podía oler la humedad en el aire, una tormenta se aproximaba anunciando la llegada del invierno.


Desperté envuelto entre las cobijas de la cama, aún con el uniforme de la escuela puesto. Se podía escuchar un crujido en el tejado y otro más suave en la ventana de cristal de la habitación. No se podía ver nada, únicamente una inmensa oscuridad.


Me dispuse a levantarme de la cama. Después de un largo rato luchando por liberarme de las cobijas logré ponerme de pie. Empero, no podía ver absolutamente nada. Caminé en dirección adonde suponía estaba la ventana.


«He vivido toda mi vida en esta casa que podría caminar por cualquier lugar de ella con los ojos vendados».


Corrí la cortina de la ventana. De inmediato, la lúgubres de la habitación se escabulló en las sombras. Con los ojos entreabiertos y la mirada turbia, miré hacia lo profundo del firmamento. A causa de que la luna había convertido la noche en día, la luz de las estrellas distantes no podía ser divisada, las únicas visibles eran las más brillantes, entre ellas la constelación de Orión.
Clavé la mirada en las pocas estrellas de Orión buscando una mirada, solo logré evocar mi demonio del tiempo «El pasado».


Hace mucho tiempo la energía de la ciudad se interrumpió a causa de un apagón. Tras desaparecer la luz de la ciudad, la luminiscencia de las estrellas inundó el firmamento. Salí al jardín principal de la casa a ver las estrellas, me senté en el suelo y simplemente contemplé el manto celeste. Alguien se sentó a mi lado y preguntó:


«¿Cuentas las estrellas?», no permitió que respondiera la pregunta, ya que de inmediato dijo:
«No acabarás, porque son muchas, casi que infinitas».


Aunque en aquella noche yo no enumeraba las estrellas, quise intentarlo. Alcancé a contar miles, pero de ninguna forma Todas. Esa noche se podía ver la luz de las estrellas más distantes. Esa noche las estrellas eran infinitas. Sería algo absurdo enumerar algo infinito.


En esta noche con la luz de la luna iluminando el firmamento, la luz de las estrellas es opacada haciendo posible ver solo las más brillantes, ya que en esta noche las estrellas no son «infinitas» pueden ser enumeradas. Esta situación me mostró un claro ejemplo de la vida.


«La vida es como el firmamento y las estrellas, nosotros somos las estrellas y el firmamento es la vida. En el comienzo el cielo se torna oscuro, permitiendo que la luz de las estrellas brille sin ningún problema, pero un día la luna convierte la noche en día y solo las estrellas más brillantes logran brillar en medio de la luz».


En aquella noche distante esa personita me enseñó indirectamente una enseñanza de vida sin darse cuenta.


Para cuando volví la mirada del pasado al cielo, la luna y las pocas estrellas ya habían desaparecido detrás de la gran oscuridad que arropaba al cielo. El viento comenzó a soplar más y más fuerte. Una gota de agua cayó en el cristal de la ventana, se deslizó y luego la calle ya estaba inundada.


Cerré la cortina y volví a la cama, pero antes me quité el incómodo traje que traía puesto...



Sentimientos entre tinta y papel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora