Ese día cuando llegué a la escuela no podía esperar para contarle a Sophia. Apenas la vi me acerqué con mucha prisa y le dije:
—¡Tengo algo que contarte!
—¡Sí! ¿Qué? —ella sonrió. Quizá ya sabía de qué quería hablar con ella.
—¡Pero ahora no puedo! —agregué.
—¡Está bien!
Esperé impacientemente hasta el final del día. En aquellas situaciones el tiempo conspiraba en mi contra. El tono indicativo de la hora de descanso sonó, tomé a Sophia de la mano y bajamos juntos por las escaleras.
—¿Qué tienes para decirme?
—¡Te digo luego!
—¿Por qué no ahora?
—¡Es algo muy importante!
Sophia comenzaba a desesperarse, pero no perdía su emoción.
Cuando la hora de descanso finalizó, todos los estudiantes se dirigieron a sus respectivas aulas de clase.
—¡Vamos! —le dije a Sophia.
—ve tú primero, yo iré detrás de ti.
Le di un beso en la mejilla y acaricié su cabello.
—¡Te espero en clases!
Cuando estaba subiendo las escaleras, recordé lo que Alina me había dicho aquel día, regresé a la cafetería por Sophia. Cuando regresé a la cafetería vi algo que me destrozó, simplemente ignoré la situación y volví a la clase sin problema alguno.
Para cuando Sophia regresó a la clase, los pasillos estaban desolados, se sentó en su lugar y me miró.
—¿Qué tenías para decirme?
—¡Nada! —respondí sin dar explicaciones.
—¿Cómo que nada? —preguntó ella un poco confundida.
—¡Nada!
Las clases terminaron. Inventé una excusa para volver a solas a casa, ese día no acompañé a Sophia hasta su hogar, el cual quedaba muy lejos.
Volví a casa destrozado, me encerré en mi habitación, tiré mi mochila por ahí, únicamente me quité los zapatos y me zambullí en la cama.
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Sentimientos entre tinta y papel.
RomanceSinopsis Los paraguas se detuvieron en medio de lápidas adornadas con crucifijos, fechas, nombres y un verso visible que perpetuaba la memoria del difunto. Algunos llevaban allí más de cien años, otros sólo meses. Algunos de los que descansaban en l...