Gotas de lluvia
La historia que te voy a contar quizá ya la viviste o tal vez la escuchaste alguna vez, entonces sabes de lo que hablo.
Todo comenzó en el invierno del año 2010; un año que fue un invierno más que todo.
Yo tenía doce años, asistía a la escuela primaria, ese fue mi último año antes de ingresar a la escuela secundaria. Ese mismo año mis padres me obsequiaron una guitarra acústica como regalo de cumpleaños.
Era sábado por la mañana, una mañana muy atípica. Después de días sin parar de llover el sol salió, soplaba una cálida brisa que acariciaba las hojas de los árboles del vecindario, a veces las repentinas ráfagas de viento azotaban las ramas de las plantas arbóreas provocando que algunas hojas cayeran al húmedo suelo y otras pocas al asfalto.
Sería correcto afirmar que el invierno había llegado a su fin. Mis padres y yo estábamos sentados en el sofá de la sala. Yo tenía mi guitarra acústica apoyada en mi pierna derecha, mientras acariciaba sus cuerdas con ambas manos tratando de sacarle una melodía que no sonara como los llantos de un felino doméstico en agonía. Llevaba varios meses practicando sin ayuda alguna de un tutor, únicamente guiado por un manual. Hasta el momento se podía decir que literalmente tocaba la guitarra porque no sabía tocar ninguna canción correctamente, aunque para mis padres yo tocaba excelente.
Rin... rin... rin, sonó el teléfono móvil de mi madre, mi recital se interrumpió.
«Hola», fue el saludo de mi madre.
Mi madre se quedó inmóvil con el teléfono pegado al oído escuchando a la persona del otro lado de la línea, transcurrió al menos un minuto, luego pude observar una lágrima que brotó de los ojos de mi madre, se paseó por su mejilla y luego al llegar al mentón cayó simultáneamente con el teléfono móvil al piso. Mi padre estaba sentado ahí a su lado, no preguntó nada, simplemente la envolvió en sus brazos.
La gota de sal tirada junto al teléfono en el piso atrajo más de ellas como un imán.El firmamento se convirtió una vez más como en los últimos meses en el lienzo de un pintor lúgubre, la cálida brisa fue embestida por las fuertes y frías corrientes de aire que a su vez azotaron los árboles, un brillante haz de luz destelló por todo el oscuro lienzo seguido de un estremecedor sonido que se convirtió en el llamado de las gotas de agua que muy rápido lograron convertirse en un lago. El invierno había regresado de su corto descanso.
Sin preguntar qué ocurría, me levanté del sofá con la guitarra en mis manos, subí las escaleras, entré a mi habitación, cerré la puerta, guardé la guitarra en su cobertor, la colgué en la pared, me acosté en la cama y me quedé mirando al techo. Los llantos de mi madre ya no se escuchaban o tal vez las gotas de agua disfrazaban las gotas de sal.
Traté de ser fuerte; pero fue imposible evitar que brotara una cascada de mis ojos. Habían transcurrido dos días desde que mi abuelo (el padre de mamá) había sido internado en el hospital local a causa de un grave problema de salud. El hospital acordó ponerse en contacto con mi madre para notificarle cualquier pronóstico del estado de salud de mi abuelo. Aquella llamada telefónica probablemente era del hospital, no quise preguntar nada porque ya suponía lo que ocurría.
Cuando yo era un niño sabía que las personas morían. Pero yo vivía en un mundo de fantasía en el que las personas que quería nunca morían y éramos felices para siempre. La muerte solo visitaba a los demás, no a mí.
Sabía que días oscuros como esos tocarían a mi puerta algún día, pero los veía muy lejanos.Pensar en la muerte siempre fue algo que me provocaba incertidumbre. ¿Es real el cielo? ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Dios existe?
Recuerdo que al hacerme todas esas preguntas me imaginaba atrapado y solo en un mundo vacío.
Si hay vida después de la muerte: ¿Qué haría con mi existencia infinita? ¿Sería como vivir el mismo día por siempre sin sentido alguno?
Entonces prefería que Stephen Hawking tuviera razón en decir que somos como computadoras averiadas, simplemente dejamos de funcionar y ya.
¿Nunca te has preguntado, por qué en las películas cuando alguien muere, necesariamente tiene que llover?
Me parecía algo estúpido que esas escenas necesitaran dramatización visual con el fin de transmitir sentimientos al receptor.
¡Qué irónica es la vida! ¿No?
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Sentimientos entre tinta y papel.
DragosteSinopsis Los paraguas se detuvieron en medio de lápidas adornadas con crucifijos, fechas, nombres y un verso visible que perpetuaba la memoria del difunto. Algunos llevaban allí más de cien años, otros sólo meses. Algunos de los que descansaban en l...